Capítulo XI. El hechicero

Apolo Müller

Me despierto soltando un gruñido en cuanto comienzan a azotar la puerta. Es sábado y no tengo que ir a la escuela, por lo que, justo hoy podía dormir hasta tarde. Veo el reloj en la mesilla de noche y noto que apenas son las seis de la mañana, dejo caer la cabeza contra la almohada y me cubro con otra el rostro.

Me encuentro de un pésimo estado de ánimo, por lo que, si llegaba a levantarme para ir a ver quien se atrevía a tocar de aquella manera, iba a terminar por arrancarle la cabeza.

Cassandra me había plantado. La esperé por dos horas completas a las afueras del colegio y no apareció. La llamé, en repetidas ocasiones lo hice y no obtuve respuesta.

—Traté de ser civilizado y llamar a la puerta, pero al no obtener la respuesta esperada, tuve que invadir tu privacidad.

Quito la almohada de mi rostro y observo detenidamente

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