Las brujas han sido cazadas por los lobos desde el principio de los tiempos. Cassandra Blake es de las pocas brujas que pudieron sobrevivir en Salem ante la cacería de los lobos, su madre se encargó de esconderla en la gran manzana, dejándola a las puertas de un orfanato, cuando tan solo era una bebé, ocultando el poder de su pequeña para que se mantuviera a salvo. Cassandra creció como una niña normal, vive sola en un departamento en un viejo edificio de Nueva York, compartiendo comidas con sus vecinos, se convirtió en una excelente profesora, todo en su vida apuntaba a la normalidad absoluta, hasta que sus poderes comenzaron a surgir tras casi ser asaltada. Ahora, ella deberá descubrir por sí sola, qué tipo de criatura es. Apolo Müller es un hombre lobo proveniente de Salem, desde pequeño ha sido entrenado para cazar y asesinar a cualquier bruja que se cruce en su camino, cansado de su vida de cazador, se ha mudado a Nueva York desde que llegó a los veinte años, tratando de vivir una vida normal, únicamente escondiéndose durante la luna llena que es cuando su instinto animal despierta; trabaja como profesor de música en el mismo colegio donde Cassandra Blake ejerce como profesora, mujer que le atrae en gran manera hasta el momento en que su olfato le indica que se encuentra frente a una bruja. Ahora, vive con una constante lucha entre querer protegerla y amarla, ante el deseo que siente en su interior al querer asesinarla. ¿Será el amor más fuerte que el instinto asesino de un cazador entrenado?
Leer más—Miss, le he traído un regalo —Melody colocó en mi escritorio una barra de chocolate blanco, acompañado de una pequeña rosa blanca, probablemente cortada del jardín de su casa.
Las comisuras de mis labios se levantaron en una sonrisa, a la vez que me dedicaba a observar con amor a la pequeña de tan solo ocho años. Su mirada brillaba de emoción, esperando mi reacción ante su obsequio.
—Melody, ¡Qué dulce eres, cariño! Gracias por endulzar mi mañana —musité con sinceridad, mientras me dedicaba a observar como su mirada irradiaba de alegría ante mi gesto de agradecimiento.
—Le he traído todo de blanco, porque sé que es su color favorito.
—Eres muy observadora —mencioné, guiñándole un ojo.
—Todos sabemos que su color favorito es el blanco, Miss —aludió Gregory desde su lugar.
Levanté una ceja en su dirección y fruncí los labios.
—¿Ah sí? ¿Y cómo pueden saber eso?
Él se encogió de hombros y me sonrió.
—Su cabello es blanco, casi siempre viste de blanco, su auto es blanco, sus uñas siempre están maquilladas de blanco… todos llegamos a la conclusión de que su color favorito es el blanco, Miss Cassandra.
Me eché a reír negando con la cabeza, a la vez que le indicaba a Melody que ya podía tomar su lugar.
Me sorprendía lo observadores y detallistas que podían llegar a ser mis estudiantes, un grupo de treinta niños que volvían mis días en completa alegría. Amaba enseñar, definitivamente había nacido para ser profesora, amaba llegar al salón de clases para poder ver aquellas caritas llenas de alegría, observándome casi como si yo fuese su heroína. Adoraba todos los pequeños detalles que ellos tenían conmigo, desde un pequeño dibujo, hasta un enorme ramo de flores para el día de mi cumpleaños. Yo era de las pocas profesoras que solía guardar los obsequios que sus estudiantes le traían, en casa, tenía un baúl lleno de cartas, fotografías, dibujos e incluso, algunas flores secas. Aquellos regalos los tomaba como un verdadero tesoro, pues si ellos me demostraban su amor mediante esas pequeñas cosas, quería decir que estaba haciendo bien mi trabajo.
Pasé la mañana dando literatura, estudiando diversos libros que veríamos en el transcurso del semestre, comenzaríamos con “Matar a un Ruiseñor”, uno de mis libros favoritos ante la lucha contra los prejuicios raciales que enfrentan algunas personas dada su nacionalidad, rasgos o color.
Amaba tanto lo que hacía, que no me había percatado de que mis lecciones habían acabado, hasta que los niños comenzaron a reír, viendo hacia la puerta. Cerré el libro y me giré, encontrándome de frente con Apolo, el profesor de música, quien me veía con una expresión de diversión marcada en su rostro.
—¿Hace cuánto tiempo estás aquí, Apolo? —pregunté, mientras me dedicaba a mirar el reloj en mi muñeca, dándome cuenta de que me había pasado diez minutos de mi hora de salida.
—Hace diez minutos —respondió el alto chico de ojos negros, sosteniéndose de su guitarra, la cual descansaba a su lado—, estaba tan entusiasmada con la lectura, que no quise interrumpirla, Miss Cassie —me informó, dedicándose a soltar un largo suspiro—, debería de leerme en privado, ¿No le parece?
Levanté la mirada en cuanto escuché las risas de mis estudiantes otra vez, ante la propuesta desvergonzada por parte del profesor, frente a ellos. Negué con la cabeza, sintiendo como mis mejillas comenzaban a encenderse ante las tonteras que salían de los labios de Apolo, quien no dejaba de insistir en que saliéramos, frases que decía solo para molestarme, su tono siempre era sarcástico, lleno de diversión, lo cual detestaba porque en el fondo, soñaba con que en algún momento me dijese que en verdad le gustaba.
Traté de ignorarlo, dedicándome a recoger mis pertenencias para dejarle el lugar para su clase.
—¿Qué opinan ustedes, niños? ¿Verdad que Miss Cassie debería de salir con el profe Apolo? —preguntó, ganándose un largo siiiiii por parte de los chicos.
Lo observé nuevamente, aquella traviesa sonrisa continuaba marcada en sus apetecibles labios, él levantó los hombros y abrió sus brazos.
—¿Lo ves? Hasta los chicos ven en nosotros una pareja potencial —dijo con un tono sarcástico.
—Lástima que la Miss no la vea —bromeé, colocando mi bolso en uno de mis brazos para comenzar a caminar hacia la puerta—, ¡Los veo mañana, niños! —me despedí para después terminar de salir del salón de clases.
(…)
Después de preparar el plan para mi clase del día siguiente, solía meterme a la cama con un tazón de palomitas para pasarme gran parte de la noche viendo series en Netflix.
Mi vida no era interesante, la sentía tan aburrida a la par de la de mis demás compañeras de trabajo, quienes se la pasaban de fiesta en fiesta o viajando los fines de semana. Traté en varias ocasiones ser más sociable y salir a divertirme, pero lamentablemente jamás encontré algo en común con ellos; no tenía otro tema de conversación que no fuese acerca de mi salón de clases, cuando me preguntaban por mi familia, me excusaba para levantarme e irme, pues aquel tema aún me afectaba en gran manera. El no saber quienes habían sido mis padres y la duda que siempre permanecía en mi cabeza al no saber por qué decidieron dejarme abandonada a las afueras de un orfanato, me mataban. Tenía ya veintiocho años, había tratado de averiguar sobre ellos, pero jamás conseguí nada. Era como si nunca hubiesen existido.
Un pequeño ruido que provino de mi ventana me hizo ponerme en alerta. Quité mis mullidas cobijas de encima de mi cuerpo y luego salí de la cama para ir por mi bate de béisbol. Caminé en alerta, sosteniendo el bate con ambas manos, dispuesta a golpear a quien fuese que tratase de entrar a mi departamento.
Cuando abrí, dejé caer el bate a un lado, dedicándome a soltar una maldición al ver a Apolo morirse de la risa desde la escalera de incendios.
—Vas a matarme de un susto, Apolo —lo regañé, abriendo más la ventana para dejarlo pasar—, ¿Qué no puedes llamar a la puerta como cualquier persona normal?
—Supongo que no soy normal —mencionó, deteniéndose frente a mí para inclinarse a besar mi frente—, supuse que estarías viendo a los médicos esos que te gustan, y decidí venir a hacerte compañía.
Torcí una sonrisa, mientras lo veía caminar para después acomodarse en mi cama, tomó el tazón de palomitas y comenzó a comer, dedicándose a mirar de forma distraída hacia la televisión, donde se reproducía New Ámsterdam, la serie que me tenía embobada en aquel momento.
Apolo era la única persona con la que solía llevarme bien, era guapo, simpático, divertido, inteligente, además de que era muy solitario al igual que yo; todas esas características en realidad me volvían loca, admitía que aquel chico de ojos oscuros me encantaba, pero él jamás hablaba en serio, me daba muchas indirectas que no sabía como tomar, por lo que, por ahora me conformaba con su amistad, además de la extraña compañía que me brindaba algunas noches.
—¿Qué? ¿Vas a quedarte ahí comiéndome con la mirada o vienes y me comes aquí? —inquirió, lanzándome un puñado de palomitas encima.
Me eché a reír, mientras me alejaba de la ventana para ir hasta la cama. Me acomodé a su lado y me concentré en la televisión, tratando de ignorar la agradable sensación que me transmitía el roce de su brazo contra el mío, emoción que pasaba a mi estómago con rapidez, haciendo que sintiera a aquellas molestas maripositas que me indicaban que cada segundo que pasaba a solas con aquel sujeto hacía que me enamorara más de él.
Volteé a mirarle, encontrándome de frente con su oscura mirada. Las comisuras de sus labios se elevaron en una pequeña sonrisa divertida, al haberlo descubierto mirándome. Le devolví la sonrisa, para al final terminar por apoyar mi cabeza en su hombro. Sentí su mano pasar por detrás de mi espalda, su cabeza se apoyó contra la mía mientras un largo suspiro abandonó sus labios.
No dijimos más nada, solo permanecimos en aquella misma posición durante los próximos tres capítulos de la serie, a la cual había dejado de prestarle atención desde hacía mucho, al haberme concentrado en la forma en que sus dedos acariciaban mi brazo.
Jamás había salido con un chico, siempre me dediqué a permanecer sola porque nadie había llamado mi atención a como lo hacía él, ahora, la indecisión me estaba matando, una parte de mí me gritaba para que tomara la iniciativa y me le declarara, la otra parte me decía que siguiera tal y como estábamos: diciéndonos indirectas para terminar el día siendo simplemente amigos.
—Soy un lobo solitario, Cassie —susurró de pronto, sacándome de honda—, en realidad no tengo nada interesante.
Levanté la cabeza para mirarle, él me sonrió y me guiñó un ojo antes de comenzar a levantarse.
—Nos vemos mañana en el trabajo, tal vez tenga la suerte de escucharte leer otra vez —concluyó, para después prácticamente desvanecerse por la ventana.
Me quedé observando el lugar por donde había desaparecido, dedicándome a negar con la cabeza mientras sonreía. Apolo Müller iba a terminar por volverme loca con sus extraños acertijos.
Las paredes de cristal, una hamaca bastante cómoda en el pequeño balcón, además de una chimenea para los días fríos, definitivamente aquella casita era mucho más de lo que alguna vez soñé. Solía dar paseos tomada de la mano de Apolo durante las tardes, descalzos, sintiendo la arena deslizarse en medio de nuestros dedos, después nos pasábamos largas horas tirados en la cómoda alfombra frente a la chimenea, hablando sin parar de lo que haríamos durante los próximos siglos. ¿Llegaríamos a aburrirnos el uno del otro? Era la pregunta que siempre nos hacíamos, ¿era posible que después de convivir una eternidad al lado del otro llegáramos a aburrirnos? Pues en verdad, esperábamos que no, porque de lo contrario, ya para mí no tendría sentido vivir en un mundo sin él, pues, estaba segura de que, llegado el momento, Circe nos abandonaría para hacer su propia vida, por más que tratáramos de mantenerla alejada de la magia, sabía que con ella tarde o temprano sería imposible. Cir
Apolo estaba cautivo dentro de una jaula. Se encontraba recostado en una de las esquinas, manteniendo sus rodillas abrazadas y su rostro dentro de sus muslos, cuando me acerqué a ese lugar, mi corazón volvió a romperse al ver la forma en que sus hombros subían y bajaban con rapidez, probablemente ante la maraña de sollozos que lo había cubierto.Me acerco a la jaula, ni siquiera quería imaginar cómo se sentía en aquel momento, al saber que había matado incluso a su amigo Álvaro, muy a pesar de que nada de ello fue su culpa.—Apolo —lo llamo, él levanta la cabeza, sus ojos enrojecidos de haber estado llorando tanto—, mi amor, ya estás aquí —susurro al apretar los barrotes, dedicándole una pequeña sonrisa llena de esperanza—, haz vuelto.—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunta al negar co
—¡Sam! ¡Detente! —le pido al empujar a la pantera lejos del lobo, quien de inmediato, se levanta y se tira sobre mí.Soy capaz de evitarlo, provocando que se estrelle contra uno de los árboles.—¡Apolo! ¡Basta! —le pido al dejar salir un gruñido de rabia, mientras me dedico a caminar hacia él—, este no eres tú, te están controlando, joder, ¡lucha! —casi le ruego.Él deja salir un aullido, mientras menea su cabeza de una forma en que parecía que casi se le arrancaría en cualquier momento. Su mirada vuelve a encenderse, se clava en la mía y luego corre hacia mí, con lo que parecía ser, con la única intención de matarme.Sam me aparta de un golpe, recibiendo así el golpe por mí.—¿Qué carajos crees que estás haciendo? —interroga Connor al acercarse
Mientras caminamos, vamos planeando nuestro ataque.Connor rompería la barrera junto a Verónica y Agnes, las panteras atacarían por detrás, mientras que las otras brujas y lobos, esperarían por delante, yo entraría a liberar a Apolo, a este punto, era la única persona con capacidades para hacerlo, pues además de mi fuerza, contaba con la de Circe.La idea era no dejarlos escapar, el plan era tomarlos por sorpresa, rodearlos y acabarlos, rogando para que ninguno de los nuestros saliera lastimado.Imaginaba que ellos también estarían esperando por nosotros, sería muy difícil tomarlos tal y como todos pensaban hacerlo, pues, aquellos monstruos ya llevaban siglos aquí, controlando sin parar a todos los lobos para ir quitando todas las brujas de la tierra.De corazón esperaba que Apolo aún estuviese bien, pues, si le habían hecho algún da&ntil
Aprendo a confiar en Circe, era como si su voz viniera hasta mi oído en un suave susurro, para indicarme cuál era el camino. Me costaba creer lo fácil que había resultado acabar con Ivo, sin ninguna duda, Circe era una niña fuerte, a la cual ahora estaba lejos de temerle. Su aparición en ese sueño fue lo que me ayudó a darme cuenta de que esa pequeña estaba lejos de ser mi enemiga, ella no se había dejado controlar por esos monstruos, ella simplemente había tratado de matarme por voluntad propia… por venganza a haber deseado terminar con su vida durante tantas veces.Ese pensamiento me hace torcer una sonrisa, definitivamente aquella niña era una sádica, alguien que no le temblaría el pulso para asesinar a cualquiera, probablemente íbamos a llevarnos bien, muuuuy bien. Quizás, íbamos a terminar siendo las mejores amigas del mundo, además de ser
Siento que me elevo y soy transportada a otra dimensión, siento que sobrevuelo sobre un lugar oscuro, lleno de una espesa neblina que lo cubre todo, gritos desesperados resuenan desde un sitio que no logro ver, voces que ríen y gritan improperios hacia la persona que estaba sufriendo.Me acerco cada vez más, tratando de traspasar aquella espesa oscuridad, pues sentía que aquella voz desesperada, me pedía que me acercara.—Acércate —una niña pequeña cubierta de luz, aparece a unos metros delante de mí, ella me mira sobre su hombro, se mantiene flotando, mientras me dedica una cálida sonrisa—, él te está esperando —dice, las puntas de su largo cabello blanco flotan hacia arriba, a como lo hace ella, frunzo el ceño sin poder apartar la mirada de ella, algo dentro de ella me hacía sentir que permanecíamos unidas, era como si ell
Último capítulo