Capítulo VI. Segundo encuentro: Nuevos malentendidos parte 1.

Hanna.

- “No puede volver a suceder lo que pasó en el último trabajo, Hanna, aún no me has explicado porque desde la gerencia del hotel, me indicaron que te retirara del trabajo, aunque nos abonaron tu parte, incluso con retribución doble. Soy una empresaria, y debo ser justa para la gente que trabaja para mí, no está bien que tus compañeros y compañeras, hayan trabajado más horas, y hayan recibido menos de que tú, que trabajaste sólo dos horas. Además, el abono doble se ofreció como propina, así que no lo puedo dividir entre tus compañeros, ya que es tuya exclusiva.”- me dijo la Mandan cuando me llamó a su despacho, ese día.

Hace casi tres días que, durante el evento, en que había perdido mis formas, algo que nunca me pasaba, la coordinadora y ayudante de la Madame, me había acercado para indicarme que podía irme, que el contratante, el hotel, les había pedido sin justificación, que yo me fuera en ese momento. 

Yo pensé que el estúpido de ojos maravillosos, el alfa de la manada había dado quejas de mí, al verse humillado. Lo que había reafirmado, que mucho lobo, mucho lobo, pero su ego era muy pequeño, si unas palabras dichas por una cualquiera, como él pensaba que era yo, lo ofendían tanto.

Al día siguiente, cuando fui a entregarlo de la tintorería, el vestido de caperucita sexy, porque esperaba una reprimenda, y no solo recibí mis honorarios, sino el sobre de propinas, que eran la misma cantidad, que mis honorarios. Al principio, pensé que se habían equivocado, de hecho, no sólo esperaba menos, algo así como un corte de parte de mi salario, durante una temporada, por faltar a una de las reglas de la compañía, no ser grosera con los clientes.

Pero resulto que no fue así, según me comentó la consultora, había sido la gerencia del hotel la que me había indicado que podía retírame, y me había compensado mi trabajo doble. Así que lógicamente fue normal que la Madame me llamara para que fuera a su despacho, y hasta la reprimenda me parecía correcta.

- “Exactamente Madame, no sé lo que pasó, de hecho, cometí un error en mi trabajo.”- le dije sincera, y le relaté lo que había pasado con el rey de los lobos en la fiesta. - “Así que por esto he venido hoy a la empresa, para entregar mis propina y parte de mis honorarios, para que sean mis compañeros, y compañeras, los que reciban este dinero, ya que son los que cumplieron con su trabajo.”- le dije poniendo un sobre abultado sobre la mesa.

La Madame me miraba muy seria, pero de pronto sonrió, algo que me dejó descolocada.

- “Coge ese sobre Hanna, aunque creas que no hasta cumplido con tu trabajo, no es así, al contrario, mi intuición en años en esto me dice que le hasta hecho un favor a la empresa, haciéndole ganar otro cliente, lo mismo muy pronto, más proto de los que crees, tendrás otro nuevo cliente fijo.”- me dijo manteniendo una sonrisa que, a pesar de su edad, la hacía verdaderamente bella.

La Madame Flynn Lee, que era como quería que la llamáramos, nunca nos había dicho su nombre real, de hecho, era el secreto mayor guardado de la empresa W.S Company. Aunque si había trascendido algunos rumores sobre ella, que no se sabían si eran ciertos. La Madame, era una mujer que se cuidaba mucho, y se aseguraba de mantenerse joven, una vez una de las damas de compañía dijo que esa mujer tenía más de cincuenta años, pero ni por asomo los aparentaba, su cara no tenía ni una arruga, y yo puedo asegurar, que, porque estudio medicina, sé que nunca se ha hecho una operación de cirugía estética. 

Además, su cuerpo está firme, de manera que hace que más de una joven le tenga envidia, Las curvas de esa tentadora mujer hace que aún los hombres de todas las edades se giren para mirarla. Viste como una dama de sociedad en ocasiones, o como una empresaria de éxito normalmente. Algunos rumores dicen que La Madame, de alta sociedad de Londres, hija de un duque o lord, cayó en desgracia, y durante un tiempo se dedicó a hacer prostituta de lujo, hasta que montó su propia empresa, pero como he dicho, son rumores. 

Lo que, si delata algo la edad de la Madame es esa mirada de inteligencia de una persona con años de experiencia, en el conocimiento del ser humano y sus deseos, así que cuando me miró dándome esa explicación sabía que eso era lo que iba a pasar. Y sinceramente esperaba que no fuera así, si tenía que volver a tropezarme con el Alfa de ojos azules, probablemente íbamos a terminar mal, tanta testosterona acumulada en un solo ser, sólo podía provocar, que yo, con mi forma de ser, estallara una guerra abierta, eso sólo generaba grandes problemas, que podrían acabar en que perdiera mi trabajo por agredir a uno de nuestros clientes, aunque él se lo mereciera.

Pero esto es algo que no le dije a la Madame, más bien recogí mi sobre y tras despedirme, salí del su despacho. Luego mientras me dirigía a la salida para coger en el parking mi coche, ya que tenía clase en la universidad esta tarde, ya antes debía ir a recoger algunas libros y comida al centro comercial, iba pensando que esperaba que los augurios de la Madame nunca se produjeran.

Ya en el centro comercial, pasé por la sección de alimentación, ya que cuando fui la librería, aún estaba cerrada. Decidí dejar las bolsas de comida en el coche, para luego ir a la librería, y comprarle otro regalo a Mia, pronto e iba a ser su cumpleaños, y como compensación de que mis padres no estuviera este segundo año, siempre le compraba los regalos suficientes para que ellas se sintiesen querida, y le decía que esos eran los regalos que papá y mamá le hubieran dado, si no hubieran sufrido el accidente. 

Ya tenía cuatro regalos, en casa, pero Mia comenzaba a crecer, y a tener algunas inquietudes de preadolescente, ya me había pedido algo de maquillaje ligero, y ahora quería un collar que estaba muy de moda entre las niñas de su clase. 

Cuando mis padres murieron, me prometí a mí misma que evitaría que Mia, tuvieras más cambios de los que ya había sufrido, así que a duras penas conseguí que siguiera asistiendo a su colegio, al que yo también asistí de pequeña. Es un colegio privado de elite para hijos de empresarios, y millonarios, que está en Londres, que ahora gracia a mi trabajo de acompañante, no me costaba pagar.

Justamente ese collar era el que iba a comprar, cuando al entrar en la joyería, quedé impactada, delante de mí, haciéndose arrumacos, frente a una de las dependientas, que los miraba con una sonrisa, estaban mi mejor amiga del instituto, Candece Sallow, y mi novio John J. Herman Raddiffe, cogidos de la mano haciéndose caricias, mientras de daban besos ligeros en los labios, Canden se miraba el dedo anular, con un enorme anillo de diamantes en él. 

Por un segundo pensé que estaba viendo visiones, pero los beso, las caricias, y las enormes sonrisas, eran difíciles de eludir de la realidad. Se que fue una tontería, pero ofendida, y con un dolor indescriptible en el corazón, mi primer pensamiento coherente, mientras miraba ese anillo que ella llevaba en la mano, era que el estúpido de John, desde que mis padres murieron, no me había regalado algo tan caro. En mi último aniversario con él, después de tres años de novios, sólo me había regalado un ramo de rosas y una tarta, mientras que yo le había comprado un Rolex de titanio, que ahora llevaba en la muñeca. 

- “¿Os sentí cómodos?”- dije en alto, mientras intentaba controlaba mis sentimientos, y ese dolor profundo que sentía, al sentirme traicionada, pero ni muerta lo demostraría. Mi voz hizo que ellos se sobresaltaran y miraran a la puerta, al menos tuvieron la decencia de sentirse culpables y bajar la mirada avergonzados, al verse descubiertos.

- “¡Hanna!”- oí que decía John en un susurro.

- “Ahórrate las explicaciones, sólo quiero que recuerdes esto, no vuelvas a aparecerte delante de mí nunca más, y dile a tu madre la razón de por qué rompemos, o lo haré yo, seguro estará encantada, sobre todo cuando sepa que me hasta cambiado por Candece.”- dije fría, y sin más salí de allí.

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