- ¿Eh? ah… am… perdón mami – indicó apenado ahora buscando saludarla.
- Mi amor no lo regañes – dijo Enrique acercándose a abrazar a su esposa – estaba hecho un mar de nervios porque estaba preocupado por Débora y James, ya que en el trabajo dos veces tiró su taza de café por distraído.
- Papá… - se