- No señoría, no puede hacer eso – declaró Roger enfurecido.
- Entonces, dígame ¿por qué no debo aprobar el divorcio?
Roger miró a Juan para hacer que reaccionara y hablara, porque simplemente lo estaban humillando.
- Perdón, señoría, ejem… - Juan se colocó de pie tratando de verse seguro mientra