El beso pronto se convierte en una tormenta que consume a Renatto. Sus manos sujetan a Isabella con firmeza pero sin brutalidad, como si temiera que pudiera desaparecer si afloja su agarre. La cercanía de su cuerpo, el calor que emana de su piel, todo lo que ella representa lo envuelve en una vorágine de sensaciones. Intensifica el beso solo para saborearla mejor, intenta profundizar la conexión como un hombre sediento que finalmente ha encontrado agua.
Sin embargo, algo se siente fuera de lugar. Isabella no le responde como él esperó. Sus labios permanecen firmes, sin ceder a la pasión que él intenta compartir. La frialdad que emana de su falta de respuesta comienza a irritarlo, por lo que se separa de ella abruptamente, su ceño fruncido y la mandíbula apretada.
—¿Por qué no me respondes? —gruñe, sus ojos oscuros fijos en los de ella.
Isabella lo mira con calma, como si fuera algo normal lo que ocurre, sus labios todavía ligeramente hinchados por el beso.
—Porque no puedo —dice con u