La Subasta
La Subasta
Por: Paola Arias
Capítulo 1.

Nota autora: La historia ya está completa, la razón del por qué aparece en "proceso" es porque estoy subiendo la obra totalmente corregida. Puede que algunos capítulos no encajen a la hora de leerlos, por lo que iré subiendo los capítulos lo más pronto posible. Muchas gracias por leerme. Ten una agradable lectura. 

Desde la muerte de mi madre, mi vida tomó un giro radical. Mi padre se casó con una mujer que no me quiere ni un poco. Vivir encerrada en un mar de lágrimas se había convertido en habito. 

Sandra; mi madrastra, me obliga a realizar los deberes de la casa y, no solo eso, no se cansa de insultarme. Lo mismo sucede con mi hermanastra; la hija que tuvo tiempo después con mi padre.

El fingir que nada ocurre se volvió costumbre. A veces me cuestiono a mí misma si algún día tendré el valor de contarle a mi papá sobre los maltratos a los que soy sometida por ellas, pero es muy probable que no me crea una sola palabra.

En dos semanas cumpliré la mayoría de edad. En mi cabeza he creado un plan de escape, el único inconveniente es que no tengo dinero. Debo encontrar una solución, capaz de brindarme la dicha de conocer la libertad. No cuento con experiencia laboral, apenas terminé el bachillerato.

Hundí el rostro en la almohada tras la misma frustración e impotencia. Quisiera acabar con esta pesadilla. Entre más pienso en ello, siento que la oportunidad que tanto anhelo se desvanece entre mis manos.

La puerta principal sonó haciendo eco en toda la casa y unos tacones pisando fuerte el mármol me obligaron a respirar hondo varias veces. Reconozco esos pasos, sé que se avecina esa tormentosa y maldita mujer que no me deja ni respirar.

—¿Te parece justo que, mientras tu padre y yo nos matamos en conseguir dinero para que tu comas, tú te quedes de holgazán en la cama con tanto que hacer en esta casa? ¡Levántate y hazme de comer! ¡Muero de hambre!

—La cena ya está hecha.

—¡Sírveme! ¡¿Qué estás esperando?! —salió de la habitación dando un fuerte portazo y maldiciendo como de costumbre.

Cerré los ojos, dándome ese ánimo, paciencia y fuerza que tanto necesito para lidiar con ella. Con un suspiro cansado me levanté, yendo directamente a la cocina. Después de servirle y esperar a que terminase; lavé los platos y regresé de nuevo a mi habitación, no sin antes lavar la ropa de mi hermanastra.

Tomé la única foto que guardo con recelo de mi madre; puesto a que esa mujer las rompió todas, y mis ojos se cristalizaron.

—Te extraño mucho, mamá. Ayúdame a salir de este infierno, por favor.

 Han pasado diez años desde la última vez que pude experimentar la protección y calidez que sus abrazos me trasmitían; la manera en que me arrullaba contra su pecho y las bellas canciones que me cantaba antes de irme a dormir. Entre esos bellos recuerdos que me arropaban como una ola, quedé profundamente dormida.

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