Adina escuchó la suave voz de Duke.
Entrecerró y abrió los ojos. Ella dijo adormilada.
—Duke, tengo hambre.
Duke se rio entre dientes.
—Vuelve y duerme un poco más. Cocinaré para ti. Tardará unos treinta minutos.
Adina cerró los ojos y asintió.
—Treinta minutos es más que suficiente para mí.
Tuvo un sueño ligero. Su corteza frontal estaba activa y empezó a soñar vivamente.
Ella estaba caminando en un valle borroso. Había montañas y árboles por todas partes y no sabía adónde ir.
Tropezaba a cada paso que daba porque sus piernas se sentían muy débiles.
Sabía que estaba soñando y intentaba desesperadamente de salir de allí.
Finalmente, se levantó y caminó por el pantano. Entonces, el camino se hizo más suave. Intentó abrir los ojos nuevamente, pero no lo consiguió.
De repente, algo pasó volando junto a ella.
Eran murciélagos.
Cogió algo del suelo y lo balanceó en el aire sin rumbo fijo.
Los murciélagos seguían volando hacia ella y ella los esquivaba. Una puer