La Seducción del Hermano de mi Esposo
La Seducción del Hermano de mi Esposo
Por: Aurora Love
CAPÍTULO 1: ESTÁS VIVIENDO UNA MENTIRA

CAPÍTULO 1: ESTÁS VIVIENDO UNA MENTIRA

—Señora Quinn, están tocando el timbre.

Nuria, mi ama de llaves me avisa desde la cocina que va a abrir la puerta. Le hago una seña para que vaya, y ni siquiera hago el amago de levantarme del sofá. Absorta en mis propios pensamientos y con la copa de vino blanco en mi mano, solo puedo pensar en lo que estará haciendo mi esposo ahora mismo.

La conversación que tuvimos anoche me dejó pensativa, y no fue precisamente por lo que me dijo, sino por lo que escuché detrás de él. ¿Por qué habría risas de niños en una conferencia con los inversionistas en Texas? Eso no tiene sentido, pero él me insistió en que había escuchado mal.

Suspiro y le doy otro sorbo a mi copa. A decir verdad, no me imaginaba que la vida de casada con Brayden Chase iba a ser así.

Pronto mi ama de llaves regresa y por su expresión, presiento que no es una visita cualquiera.

—¿Quién es, Nuria?

—Es… una señorita, y dice que quiere hablar con usted.

—¿Una señorita? ¿Te dijo su nombre?

—No. Y es mejor que no la deje pasar, parece… mejor véala usted misma.

Nuria no es de las que rechaza a las personas por cómo se ven, así que, si ella lo dice es porque esa mujer no debe parecer alguien confiable. Dejo la copa sobre la mesita de la sala de estar y me acerco a la puerta de pronto sintiéndome muy nerviosa. Mi corazón se agita, tengo un mal presentimiento y las ganas de salir corriendo y no abrirle nunca la puerta se convierten en gritos desesperados en mi cabeza.

Sin embargo, pese a las advertencias de mis instintos, abro la puerta con una sonrisa fingida.

Nuria no pudo darme una descripción precisa y ahora entiendo el por qué. La mujer de cabello rubio parece no saber lo que es un shampoo, mucho menos un acondicionador, pues se ve tan grasoso que luce acartonado. Lleva un intenso maquillaje en el rostro que no le favorece, en especial con esos labios rojos, pero lo que llama más la atención es su ropa. Tan diminuta que me sorprende que pueda cubrirle algo. Una mini falda que más bien debería definirse como un taparrabo y una blusa que es más bien un crop top. Puedo ver sus pez0nes marcados a través de la tela y todo su abdomen al descubierto.

Por su mirada ligeramente perdida y la forma en la que se tambalea de un lado a otro, es evidente que está borracha o dr0gada. En cierto modo siento pena por ella, da la impresión de que el mundo no la ha tratado muy bien.

—¿Puedo ayudarte? —pregunto intentando no ser grosera.

—Así que tú eres la esposa, ¡Ja! Pobre pend3ja —dice de forma despectiva. Me mira de arriba abajo como si fuese yo la que se viera ridícula.

—¿Disculpa? ¿Quién eres?

—Mi nombre no importa, solo estoy aquí porque quiero ver al imbécil de tu marido.

Mi cuerpo se tensa y un escalofrío me recorre el cuerpo cuando lo menciona. La idea rápidamente se forma en mi mente, pero no quiero imaginar que Brayden tiene algo que ver con una mujer como esta.

—Mi marido no está, y aunque estuviera no lo llamaría. Por favor, retírese señorita.

Hago el amago de cerrar la puerta, pero ella me detiene poniendo su mano sobre mi muñeca.

—Si él no está, entonces tú puedes responder, no me interesa volver a verlo. Solo quiero que me dé dinero para hacerme el ab0rto.

Me aprieta con tanta fuerza que me está haciendo daño real. Me suelto de su agarre con esfuerzo, paralizada ante las locuras que está diciendo.

—¿De qué estás hablando? Señorita, por favor, váyase de mi casa, yo no tengo por qué darle dinero y mucho menos la conocemos. Mi esposo…

Ella me interrumpe soltando una gran carcajada.

—Es muy gracioso como te llenas la boca diciendo “mi esposo”. Es tan típico de las frígidas amas de casa como tú. Mujeres ricachonas, pero son pura apariencia. Cuando Brayden necesita placer de verdad, busca a mujeres como yo.

Esta tipa está insinuando que él… No, eso no puede ser.

—Mi esposo —repito—, está en un viaje de negocios. Y si fuese a meterse con otra mujer al menos tendría mejor gusto. Que sepas su nombre no significa nada, ahora ¡largo!

—Pobre desgraciada. Está bien, sigue viviendo en una mentira. Lo buscaré cuando regrese, pero dile que la próxima vez que quiera cog3r sin c0ndón al menos que no me acabe dentro. Yo no quiero mocosos bastardos.

Le cierro la puerta en la cara. Siento que me va a dar un ataque en este mismo instante. Esto tiene que ser una pesadilla. Camino como un zombie hasta la sala, donde Nuria me espera con expresión desconcertada.

—¿Señora Quinn? ¿Se encuentra bien?

Niego con la cabeza, de pronto siento unas fuertes arcadas abrirse paso por mi garganta. Salgo corriendo y a penas si alcanzo a llegar al baño, vomito todo el contenido de mi estómago mientras las lágrimas se arremolinan en mis ojos.

Escucho a Nuria tocar la puerta con insistencia, pero yo no soy capaz de contestarle. Esto no puede ser verdad, esa mujer tiene que estar mintiendo.

Me siento en el suelo del baño y me echo a llorar. Después de tres años de matrimonio, tres años de haberle dado mi vida a Brayden, no puede haber sido infiel con una… una…

—No, esa mujer es una mentirosa —digo en voz alta.

Me pongo de pie y apoyo mis manos contra el lavabo para echarme un poco de agua en la cara.

—Solo quiere dinero. Sabe que Brayden es rico, además, es un empresario conocido, no es raro que sepa dónde vive —converso con mi reflejo en el espejo, como si pudiese auto convencerme de que esa es la única verdad posible.

—Brayden nunca me haría algo así, ¿verdad?

Limpio mis lágrimas con ahínco, cuando salgo del baño no parece que he llorado.

—Señora Quinn, ¿qué le pasó? ¿qué le dijo esa mujer?

—Nada Nuria, no te preocupes. Si vuelve a molestar, llama a la policía, solo es una estafadora.

—Como diga, señora.

Voy hasta mi habitación y marco el número de Brayden, pero por más que lo llamo cinco veces, no me contesta. Su silencio me pone incómoda, en especial porque dijo que se demoraría más de lo planeado. Necesito preguntarle sobre esto, aunque no crea en las palabras de esa mujer, tengo que decírselo.

Me echo en la cama con un suspiro pesado.

—¿Por qué no me contestas Brayden?

El lado más oscuro de mi conciencia me lo dice a gritos. Tal vez esa mujer no me esté mintiendo, tal vez no he estado más que engañándome a mí misma.

Mi celular suena y en ese mismo instante lo contesto pensando que será él.

—¡Brayden!

—Eh, no, mucho mejor.

—Wanda, ¿cómo estás?

—Uy, pero ¿qué pasa, amiga? Suenas muy deprimida.

—Tal vez lo estoy —respondo con desgana.

—Pues qué bueno que llegué yo para cambiar eso. Con las chicas iremos a un disco-bar esta noche. Te iba a preguntar si quieres venir, pero ahora es requisito que vengas.

—No tengo muchas ganas.

—¡Quinn! No seas aburrida, no creo que tengas mucho que hacer sola en esa enorme mansión, ¿o está tu marido?

—No, no está.

—Hecho, entonces te espero a las nueve en el Belvedere's Ultra-Dive.

Miro la hora en mi reloj, son las cinco de la tarde. Wanda tiene razón, ¿por qué debería quedarme aquí pasándola mal cuando a mi marido ni le importa? La espina de lo que me ha dicho esa mujer no sale de mi cabeza, así que, para despejarme, me pongo un vestido bonito y me maquillo como hace tiempo no lo hacía para salir.

Sin darme cuenta se hace la hora de ir al bar a encontrarme con mis amigas: Wanda, la loca del grupo; Jennifer, la más tranquila y Loanne, una mezcla entre las dos que es el equilibrio perfecto para el grupo. No podría decir en qué categoría me encuentro yo. Todas son solteras, excepto por Jennifer, que está comprometida y a punto de casarse con un hombre que parece amarla mucho.

Llego al bar Belvedere’s, un lugar que no es precisamente el sitio que frecuentaría Brayden. Mis tres amigas están esperándome afuera.

—¡Quinn! —gritan al verme. Nos saludamos en un abrazo caluroso y entramos sin tener que esperar a la fila.

El ambiente dentro está bañado en luces de colores y gente bailando con los tragos en la mano. Wanda nos lleva hasta el reservado VIP que consiguió, tomamos asiento y enseguida nos traen las bebidas en botellas.

—¡Quinn! ¿Por qué la cara larga? —me pregunta Jenn.

No quiero contarle lo que ocurrió, ¿qué pensarían si les digo que una mujer fue a decirme que mi marido la dejó embarazada?

—Nada, es solo que estoy algo preocupada. Brayden no me contesta desde hace horas.

Pasa al menos una hora en la que estamos bebiendo, conversando y riéndonos de nuestros propios chismes y de los ajenos, cuando llega uno de los hombres staff del local con una botella especial.

 —Aquí tiene, señorita —dice el camarero, colocando delicadamente el exquisito cóctel frente a mí.

—Yo no pedí esto —respondo, desconcertada.

—Se lo ha enviado el caballero de aquella mesa —explica, señalando discretamente hacia la esquina diagonal del lugar. Mis amigas y yo volteamos a ver, curiosas.

En ese instante, mi mirada se encuentra con la suya, y todo a mi alrededor parece desvanecerse. Es un hombre que aparenta diez años más que yo, pero su mirada desprende un magnetismo enigmático y seductor. Me observa con picardía y me guiña un ojo. Mi corazón comienza a palpitar con fuerza. ¡Dios mío! ¿Qué está sucediendo?

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