MILENKA
Busco por todas partes, no encuentro nada, prácticamente he volteado mi habitación y sigue sin aparecer mi estúpido diario, hago memoria una vez más, no funciona de nada, ya que sigo pensando que es una locura, es decir, siempre he sido cuidadosa con mis cosas.
Maldigo en voz alta, aprovechando el que mi padre no se encuentre, y es que para ser honesta, siento que últimamente no vivo, solo respiro por obligación para poder cumplir mis caprichos basados en los estándares de mi padre.
Porque yo siempre he sido su mayor orgullo, su todo, al terminar, mi pecho sube y baja debido a mi respiración acelerada. La cabeza me da vueltas y suficiente tengo con no estar embarazada, el tiempo me pasa volando y mientras más tarde en embarazarme, menos tiempo será el que Nicola le tomará descubrir la verdad.
—¡Maldita sea! —bramo.
De pronto, y siendo por intuición, salgo para entrar a la habitación de Lizabetha, por un momento lo dudo, ya que ella jamás se atrevería a traicionarme, pero…