LIZABETHA
Bajo las escaleras con prisa, nunca me ha gustado hablar con mi padre, pero creo que es momento de hacer valer mi voz, así que me dirijo al despacho, de donde sale Byron Hill, el padre de Nicola, al verme, se le ilumina el rostro y mi cuerpo se relaja.
Él me cae bien, es amable, atento, caballeroso, un hombre que me parece demasiado inteligente, y que aunque sea incorrecto, creo que me gustaría más como mi padre que el que Dios me dio.
—Hola, Lizabetha, es un gusto volver a verte —me dice en tono ronco. Como el de Nicola cuando está enfadado.
—Buenos días, Sr. Hill —sonrío.
—¿Buscas a Evan? —me pregunta.
Asiento.
—Estoy seguro de que querrá ver a su hija pequeña —se despide de mí, con un beso en la mejilla—. Está dentro, nos veremos luego.
—Hasta pronto, Sr. Hill.
Lo veo marcharse y con él, mis esperanzas de tener una noche llena de paz. Quisiera cambiar de opinión, pero el que Milenka esté actuando mal, me obliga a esto.
Llamo dos veces y luego entro, mal momento, e