Mía abre los ojos, se prepara para ir a trabajar y al salir, se encuentra un desayuno listo en su puesto. Al acercarse se da cuenta que es un pocillo con cereales y leche, además de una fruta.
—Buenos días… yo podía prepararme mi desayuno, pero gracias —le dice a Giovanna con una sonrisa.
—Mientras el señor no esté, déjeme consentirla.
Mía asiente, se come su desayuno en silencio y luego se pone de pie para lavarse los dientes, algo en lo que Giovanna pone especial atención, por encargo del doctor. Pero no oye nada extraño, así que corre a su puesto antes de que la muchacha salga del baño.
—Bien… creo que hoy no me verán mucho por aquí, más que para el almuerzo y la cena —dice buscando guantes de limpieza y otros artículos que va a necesitar—, por encargo de mi esposo, debo limpiar el ático.
—Señora… eso es mucho trabajo, deje que alguien le ayude…
—No, señora Giovanna, él no dijo que podía hacerlo con ayuda y no quiero que falten a sus órdenes.
Sale de allí con todas las cosas