La Princesa Lycan Perdida.
La Princesa Lycan Perdida.
Por: N.Mordon
Capítulo 1. Todo se derrumbó.

Emma Spencer.

“Y con eso concluye mi presentación sobre innovación educativa. Muchas gracias a todos por asistir.”

Patrick Sheldon, el decano de la universidad dice, “Damas y caballeros, esta fue la presentación magistral de la Dra. Spencer, profesora interina de la universidad de Stanford”

Puedo observar como el público se pone de pie aplaudiéndome. Algunos gritan, “¡Bien hecho!” y no puedo evitar sonreír.

Me bajo del escenario y me encuentro cara a cara con el principal benefactor de la universidad: Peter Bennett.

Es el multimillonario más codiciado del país. Observo al inmenso hombre que está de pie frente a mí.

Extremadamente alto, una pared de puro músculo, pelo castaño un poco más largo arriba que en los costados, ojos de color almendra, labios carnosos, mandíbula fuerte y barba recién cortada.

Viste un traje negro, hecho a la medida. Atractivo, varonil, el sueño de cualquier mujer, el cual hace que tus bragas se mojen, solo con mirarlo.

Con una sonrisa perfecta dibujada en sus labios y sus ojos fijos mirándome intensamente, me dice con una voz ronca y seductora. “Qué gran presentación, Dra. Spencer. Estoy absolutamente maravillado con su inteligencia.”

Abro mucho los ojos, sin saber que decir. Nunca un hombre había coqueteado conmigo, alagando mi inteligencia. En verdad que es refrescante.

Sonrío a sus palabras y le digo. “Gracias por el cumplido, Sr. Bennett. Ahora si me disculpa, debo marcharme. A parte de Dra. soy madre y debo ir a recoger a mi pequeña. Fue un gusto conocerlo.”

Veo como su sonrisa se desvanece y es cambiada por una mirada fría, oscura y… francamente aterradora. Trago fuerte y no espero a que me responda. Solo quiero salir de ahí.

Me despido de todos, disculpándome de no poder quedarme a la recepción y rápidamente me voy a mi auto. Cuando me dispongo a encender el motor, un golpe en el vidrio me saca de mi tren de pensamientos. Levanto la mirada y veo que es el Sr. Bennett, nuevamente.

Bajo el vidrio y le digo. “¿Se le perdió algo Sr. Bennett? Estoy segura de que hay muchas mujeres ahí dentro, dispuestas a hacer lo que usted les pida.”

Él levanta una ceja y dice. “¿Y usted Dra.? ¿No está dispuesta a complacerme?”

Frunzo el ceño y le digo. “Discúlpeme Sr. Bennett, pero no es mi trabajo complacerlo. Creo que me está confundiendo con alguien más. Ahora si me disculpa, debo marcharme.”

“Espere un momento, Dra. Spencer. Me disculpo por mis comentarios dichos, pero por favor respóndame. ¿Es usted casada?”

Cuelgo mi cabeza hacia un costado, pensando en su pregunta. Es cierto, que la razón del por qué me casé, es aún controversial, por no decirlo menos. Miro mis manos y veo que no tengo mi sortija de boda.

Quizás es por eso por lo que pregunta. Le miro a los ojos, y veo como brillan por la anticipación a mi respuesta. Se acerca a mi rostro, queriendo escucharme. Puedo oler su aroma, el cual me invade, hace que mí pulso se acelere y… francamente se me hace agua a la boca. Agito mi cabeza confundida y le respondo secamente, “Si, lo estoy.”

Luego, voy a subir el vidrio, cuando me detiene diciendo. “¿Es él su pareja destinada?”

Frunzo el ceño y le pregunto. “¿A qué se refiere? ¿Usted cree en las parejas destinadas? No sabía que era un romántico, Sr. Bennett.” No puedo ocultar mi tono burlón.

Él abre los ojos, suspira y me dice. “No tiene idea de lo que estoy hablando, ¿cierto?”

“A decir verdad, Sr. Bennett, no tengo absolutamente ninguna idea de lo que se refiere. Ahora si me disculpa, por favor, de verdad que necesito irme. Tengo que ir a buscar a mi hija.”

Veo como abre mucho sus ojos y con su mano sobre la ventana me vuelve a detener diciendo, “¿Tiene una hija? ¿Qué edad tiene?”

Frunzo el ceño, molesta por el interrogatorio, mientras digo. “Francamente, Sr. Bennett, no es de su incumbencia. Buenas tardes.”

Subo el vidrio, enciendo el motor y me marcho de ese lugar a toda velocidad. Veo la hora, 15:45. Voy justo a tiempo a recoger a Maddie al Kindergarten.

Mientras voy manejando, recibo una llamada. Contesto y escucho por los parlantes a mamá. “Hija, que bueno que me contestas. ¿Cómo estuvo tu conferencia?”

Sonrío a su pregunta y le digo, “Excelente, mamá. Tuve muy buenas críticas y muchos aplausos. Solo espero poder impactar en la educación de este país con mi investigación.”

“Y lo harás hija. Desde pequeña, mostraste signos de una inteligencia suprema y tus ganas de ayudar a la comunidad, enseñándoles a ser mejores. Eres un ejemplo para seguir mi niña y no podría estar más orgullosa de ti.”

“Gracias mamá, como siempre eres mi más grande fan.” Escucho como se ríe a mi comentario.

Luego añade. “Si cariño, soy tu más grande fan, junto con tu padre. Hablando de padre, es por eso por lo que te llamo. ¿Podrías ir a tu casa a buscar las herramientas que le prestó a tu marido? Dice que las necesita con urgencia.”

“Mamá, voy de camino a buscar a Maddie. ¿Puede ser después?” Mi madre se queda en silencio por un momento, luego dice. “¿Por qué no la pasó yo a buscar? Estoy muy cerca del kindergarten y después podemos tomar el té. ¿Qué te parece mi idea?”

Frunzo el ceño y le pregunto. “¿No te molesta pasarla a buscar?”

“Cariño, ¡Como podría molestarme! Es mi nieta, es mi única nieta.”

Suspiro a sus palabras y sé que ha utilizado la carta de “mi única nieta”.

Le respondo. “Bien, iré a la casa a buscar las herramientas. Nos vemos en un rato, mamá. Te quiero.”

“Y yo a ti, cariño.” Ambas cortamos la comunicación. Suspiro, me detengo, señalizo y cambio de carril para dirigirme a casa.

El viaje transcurre rápido, ya que aún es temprano y el tráfico es muy poco a esta hora. Me estaciono en la entrada de la casa dentro del barrio, Valle alto. Salgo del auto y camino hacia la puerta.

Ingreso a la casa, cierro la puerta y dejo las llaves en la mesa que está en el corredor. De repente, me detengo en seco.

Mis ojos recorren el lugar, deteniéndose en la escalera. Ropa femenina que no es mía está tirada a lo largo de la escala.

Sigo el camino y veo que se dirige hacia arriba. Siento como en mi estómago hay una tormenta de emociones. Quiero llorar, gritar, despedazarle la cara, porque sé que, una vez que llegue arriba y vea lo que tenga que ver, mi vida cambiará drásticamente.

Subo lentamente las escaleras, mientras siento como la bilis se me sube por la garganta. Llego a la puerta de mi habitación, que está abierta de par en par.

Mi corazón late a mil por hora y mi respiración va igual de rápida. Me detengo, antes de ingresar mientras escucho a una mujer gritar, “si, si, así, ¡dámelo como me gusta! Si, eres el mejor, cariño. Si, méteme tu enorme polla, si hazlo, fuerte, ¡más fuerte!”

La hija de puta cree que está en una película XXX y tengo claro que es fingido, porque ni de coña Alberto es tan bueno en la cama.

Furia instantánea me inunda. Camino un par de pasos y ahí los veo. Alberto se la está cogiendo en mi cama, a cuatro patas.

Me les quedo mirando atónita, totalmente desconcertada, mientras la mujer dice. “Ay amor, dime que me amas, ¡dímelo! ¡Me estoy viniendo!”

Él le grita, “¡Te amo Annie!”

Respiro profundo, de modo de poder calmar mi ira y digo carente de cualquier emoción. “Qué bueno es saber que la amas. Sería un total desperdicio terminar con nuestro matrimonio, solo por la calentura del momento.”

Veo como Alberto se gira y ambos gritan, cubriéndose el cuerpo con las sábanas. Con mis sábanas, malditos hijos de puta. Alberto dice. “Amor, ¿Qué haces aquí? No te creas lo que escuchaste, cariño. Es a ti a quien amo.”

Observo la reacción de la mujer, y la reconozco como su secretaria y la lástima que siento por ella, ayuda a mitigar mi ira.

“¿Y tú te crees que yo soy idiota? ¿Hace cuánto tiempo te estás cogiendo a tu secretaria? ¡Maldito hipócrita! ¿Sabes qué? Déjalo. Me voy de aquí.”

Paso por la habitación y saco mi maleta. Ni de broma me quedo en esta casa, sabiendo que el muy mal nacido se cogió a su amante ¡EN MI CAMA!

Alberto se levanta, se viste, rogando perdón. No escucho sus patéticas excusas. Lleno la maleta con las cosas indispensables para mí y Maddie y sin más demora, salgo de la casa a la que alguna vez llamé hogar.

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