Con solo sus hombres a su lado, se escabulló del centro de la ciudad en secreto. Había dado instrucciones a Maritza para que ejerciera la misma discreción.
Las dos mujeres se encontraron en medio de la apariencia de ninguna parte.
Era una mañana despejada y soleada en el campo de tiro. El aire se sentía estacionalmente fresco y cómodo. Nada más que cielo, mar y montañas las rodeaban en kilómetros a la redonda. No había nadie más excepto ellas y sus guardaespaldas.
Agarrando su arma con mucha más facilidad que en su última visita, apuntó y disparó al objetivo. Casi raspa el anillo exterior del círculo negro.
Maritza se paró a su lado con una leve sonrisa.
—Te perdiste, Amelia
—Gracias por señalar lo obvio— respondió
Riendo, Maritza tomó su arma y disparó tres tiros. Todas y cada una de las balas de la mujer más joven perforaron la diana.
—Así es cómo se dispara un arma— se pavoneó
La niña, obviamente sabía cómo m