Al día siguiente Perla se despierta muy positiva, se arregla y se maquilla como de costumbre. Cuando se mira al espejo nota ese brillo en sus ojos y ese ánimo de tomar el mundo en sus manos no puede faltar. Toma su bolso y los archivos y se dirige a su auto.
— ¡Buenos días! ¿Eres la señorita Perla? - Escucha esa voz ronca de un hombre desconocido.
— Sí, ¿ustedes quienes son?
Un hombre alto y de aspecto temeroso saca una arma. — Tienes que venir con nosotros, no quiero tener que usar la fuerza niña linda.
— Yo iré, pero no me toquen, yo se caminar sola. - Aunque Perla no sabía de qué trataba todo, no se dejaría intimidar por nadie.
— Entrega las llaves de tu auto. - Vuelve y escucha esa voz.
Perla entrega las llaves y entra al vehículo como le fue indicado, ella sentía mucho miedo pero se mantuvo firme. De momento se detienen, estaban en un estacionamiento. la sacan del auto y se encuentra con Juan Olmo, quien estaba esperando por ella.
— Buenas tarde Señorita Ferrari, ¿Como se