La Perdición del Mafioso
La Perdición del Mafioso
Por: Valentina21R
Capítulo 1

Ariam había tenido una noche muy difícil, un par de hombres le habían hecho la vida imposible, tratando de propasarse todo el tiempo, si no hubiera sido por los chicos de la seguridad, otra vez habría quedado sin empleo, por de una cosa estaba segura, ella no iba a permitir que nadie volviera a ponerle una mano encima sin su consentimiento.

Iba meditando mientras caminaba, estaba tan ofuscada que no se dio cuenta de que la calle se encontraba sola, que las bombillas que siempre estaban encendidas esa noche, estaban apagadas, tampoco se dio cuenta de que no era nada bueno que una chica que iba media desnuda, porque la minifalda que la obligaban a utilizar en la discoteca donde trabajaba de mesera, no cubría absolutamente nada.

Unos gritos de un hombre fue la alarma que la sacó de sus cavilaciones, y en ese momento es  que fue consciente del peligro que estaba corriendo. En lugar de continuar su comino y salir de esa zona peligrosa, no pudo resistirse a prestar ayuda a esa persona que gritaba, no se paró a pensar en nada, solo siguió el sonido de los alaridos.

La imagen que observó a continuación la dejó conmocionada, en el callejón había dos hombres que tenían agarrado a otro individuo, al que sujetaban fuertemente, mientras que otro, un hombre alto de cabello rapado, lo golpeaba con un objeto metálico que tenía entre sus dedos, con fuerza en el rostro, la sangre borboteaba por la boca del hombre, los ojos estaban completamente hinchados.

—Habla de una puta vez, o tu carita de niño, bueno será un triste recuerdo. —Ari le escuchó decir al hombre que tenía el metal en la mano.

—No… lo… sé… Ya te lo he dicho que… —No terminó el despojo humano que horas atrás era una persona, porque enseguida el metal se estrelló contra su cara, varias piezas dentales ensangrentadas salieron disparadas, impactando contra el negro asfalto, tal fue el impacto que de manera involuntaria de la boca de Ari salió un quejido, alertando a los hombres de su presencia.

Al darse cuenta del error que cometió levantó la mirada y vio como los tres hombres giraban sus rostros para mirarla, ella supo de inmediato que corría peligro y sin pensarlo mucho, se echó a correr, su corazón latía frenéticamente, Ariam podía sentir las pisadas fuertes detrás de ella, cometió el error de voltear y no vio un agujero que había en medio de la calle, por lo que su pie enfundado en una botas de cuero altísima, no soportó la presión y se dobló haciendo que el tacón de la bota se partiera y Ari cayera irremediablemente en el piso, llevándose un buen golpe en sus glúteos, y permitió que el hombre que corría tras ella, la atrapara.

—Aquí tienes a la perra fisgona Derek —dijo uno de los matones que tenía a Ariam agarrada de los cabellos.

Ella estaba aterrada, se reprochó una y otra vez, haberse metido donde no la llamaban, maldiciendo para sus adentros, se encontraba cuando el hombre cruel y despiadado que tenía el metal en las manos se acercó, cuando Ari levantó la cara vio parada ante ella, se quedó sin aliento.

Él tan alto y robusto, media casi un metro, noventa o quizás llegada a los dos metros, no estaba segura, no debía de pesar menos de cien kilos. No era gordo, pero tenía un suntuoso ajuar de músculos que se apreciaban incluso bajo la ropa. Si deseaba la despedazaría con un solo puñetazo.

De uno de sus brazos salía un apretado trenzado de tatuajes tribales en tonos grises y negros. Su muñeca, tan sólida como la madera fósil, estaba estriada de venas, que afloraban nítidas pese a la penumbra. Tenía el pelo cortado al ras como un soldado y unos ojos claros, azules o grises, era una especie de espíritu celestial.

Era aterrador y fascinante al mismo tiempo.

—Mátala Derek no podemos dejar testigos.

Él la escrutó con dos pupilas que parecían unas esquirlas de cristal, mientras esa mirada glacial la recorría, Ari se sintió inquieta. Pese a ello, no bajó los párpados y permanecieron así unos extraños segundos, observándose en la penumbra. Alrededor reinaba el caos, las voces de sus compañeros instándolos, los quejidos del hombre herido que estaba tirado en el piso y la respiración frenética de ella. Pero aun así seguía sin apartar sus miradas.

—¿Qué coño estabas mirando? —Le preguntó Derek de malas maneras, mientras le agarraba la barbilla con fuerza.

Ari pensó que voz no desentonaba con el poderoso conjunto:

Era ronca, profunda, tan imponente como su cuerpo.

—Yo no vi nada, solo pasaba por aquí, pensé que alguien necesitaba ayuda… No quise, no era mi intención. —Ari miró hacia donde estaba el hombre al que se encontraban torturando, al verle bien su rostro, le pareció a alguien conocido, era un alto funcionario de la ciudad, lo miró horrorizada, cuando su mente dedujo quien era.

Uno de los secuaces se acercó a Derek.

—Mátala de una puta vez que no tenemos mucho tiempo.

—No por favor, no me maten, no diré nada, se los juro —suplicó Ariam.

Derek la volvió a agarrar por el rostro con una mano, mientras que con la otra que se encontraba ensangrentada y con la nudillera la pasó lentamente por su mejilla.

—Es mejor para ti que se te olvide, todo lo que acabas de ver, si quieres seguir respirando.

Ariam no podía apartar la mirada de ese feroz hombre.

—¿Lo has comprendido? —Le preguntó él al ver que no respondía.

Ella asintió frenéticamente.

—Entonces lárgate, antes de que me arrepienta y te vuele la tapa de los sesos de una puta vez —Derek la soltó y ella se resbaló y cayó al piso.

Ari sabía que era un milagro que la hubiese dejado marchar, así que no esperó, se quitó las botas y se levantó rápidamente para escapar de allí, no si antes mirar hacia donde estaba Derek que ya se había volteado, para agarrar al malherido funcionario y seguir con la tortura, su vista se quedó clavada en un tatuaje que tenía en la nuca, un escorpión negro.

Sin tiempo que perder, porque su vida dependía de un hilo, la chica salió corriendo y no paró hasta llegar a su casa, fue en ese momento en el que ya estaba a salvo que se permitió descansar, se tiró encima del césped y dejó que su respiración se calmara.

No había terminado de recuperarse cuando escuchó unos gritos, dentro de la casa, el corazón se le aceleró, su desafortunada noche parecía que todavía no había terminado.

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