Esceena III

VIAJERO:     Así es… Justo hoy cumpliríamos dieciséis años de casados. Pero ya me resigné: soy consciente de que el caso caerá en el olvido y que nadie hará nada para encerrar a ese criminal. Hace un año que la perdí y el dolor no disminuye, por el contrario, sigue creciendo; callado en lo más hondo de mí. (Transición) Necesitaba salir de la ciudad. Todo allá me recuerda su nombre, su voz, su ausencia. Sabe, yo pensaba traerla hasta acá el año pasado, ese era mi regalo de aniversario. Ella siempre me hablaba de ese humilde pueblito llamado Nueva Ovejuna, habitado por gente aguerrida y solidaria. Cuando era apenas una adolescente se fue a la capital por problemas económicos. Vivió toda su vida con el corazón dividido, con la mente en la ciudad y el corazón en su pueblo. (Transición)Venir aquí me hizo mucho bien. Anoche hasta soñé con ella. En el sueño se me apreció usando el vestido que usó en nuestra boda, y luciendo una sonrisa clara y luminosa. Se veía radiante. Como el día en que la vi por primera vez. Me parecía tan cercana, como si nunca se hubiese apartado de mí. Entonces se acostó a mi lado y me dijo al oído con su voz de terciopelo: “No estoy muerta”. Luego me besó en la boca. Fue apenas un roce, pero bastó para devolverme la fe en esta vida. Al despertar me sentí lúcido, iluminado, feliz. Y entonces tomé una decisión (Transición) Voy a la ciudad a dejar todo en orden y así poder mudarme a este pueblo. Sí, me vengo a Nueva Ovejuna. Aquí su recuerdo vivirá conmigo hasta que algún día nos reencontremos tras la frontera de la muerte. Mi regalo de aniversario para ella será mudarme a este sitio. (Transición) ¿Ahora comprende por qué no puedo calmarme? ¿Por qué no puedo guardar silencio? No voy a permitir que ningún delincuente haga de las suyas en este pueblo ni en ninguna parte. Permitirlo es dejar que escupan al rostro de Eurídice. Sí, Nueva Ovejuna es mi templo.

FISCAL:        Conmovedor… Aunque siento decepcionarlo, querido. Hoy Nueva Ovejuna está muy lejos de ser un templo. Ahora este lugar se parece más a un mercado… (Para sí mismo) ¿O a un prostíbulo? (Transición) ¡Lo peor es que ya ni el látigo podría echar a sus comerciantes !De hecho, ahora son ellos los que reparten fustazos. Y ya que habló de… de… Jesús, ¿quiere que le dé un consejo?

VIAJERO:     Hable.

FISCAL:        No siga sus pasos. Es peligroso jugar a ser mártir... Podría terminar como uno de ellos.

VIAJERO:     Y según usted, ¿cómo terminan los mártires…?

FISCAL:        (Mirándolo fijamente) Crucificados... (El viajero se muestra incómodo)Mejor váyase a la ciudad y olvídese de este pueblo. Usted no pertenece a este lugar, aquí nadie lo espera. (Entra el vigilante y se queda parado cerca de la entrada) ¡Qué rápido ha sido su acusado! (El vigilante se muestra nervioso, asustado) Pasa, querido, no tengas miedo… (El vigilante, entre temblores, avanza un paso) Eso, ahora ven hasta aquí… (El vigilante avanza un poco más) Avanza un poco más… (El vigilante da otro paso) Avanza más, cariño… (El vigilante da otro paso) Un poco más… (El vigilante avanza un poco más. el fiscal pierde los estribos. Habla en tono siniestro) ¡Qué vengas he dicho! (el vigilante corre hasta el fiscal y se arrodilla a sus pies. El fiscal le soba la cabeza. El viajero se muestra turbado). Eso… ¡Buen chico! (Transición. al vigilante) Querido, el viajero aquí presente te acusa de algo terrible. (Al viajero) ¿No es así?

VIAJERO:     ¡Así es! ¡Ese delincuente me quiso timar! 

VIGILANTE: ¡Yo sería incapaz!

VIAJERO:     ¡Mentiroso! Dile que me quisiste cobrar la tasa.

VIGILANTE: ¡Claro! ¡Porque sin la tasa nadie pasa!

VIAJERO:     ¡Deja de rimar todo lo que digo!

VIGILANTE: ¿Por qué? ¡Es tan divertido!

VIAJERO:     (Furioso) ¡Ahora sí lo mato! (Intenta golpear al vigilante. El fiscal lo detiene).

FISCAL:        (Se interpone) ¿Pretende lastimar lo que tanto dice amar?

VIAJERO:     ¿A qué se refiere…?

FISCAL:        Me dijo que quiere hacer el bien para este pueblo… Bueno, este pobre infeliz es parte de Nueva Ovejuna.

VIAJERO:     (Apenado) Bueno, yo…

FISCAL:        Descuide, después de todo es un ser humano. La incoherencia les precede. (Al vigilante)Bombón, el señor aquí presente dice que solo a él le quisiste cobrar la tasa. ¿Es eso cierto?

VIGILANTE: ¡Qué el Diablo me fulmine si miento!

VIAJERO:     ¡Di la verdad! ¡Di la verdad, esperpento!

FISCAL:        ¿Ahora lo rima usted a él?

VIAJERO:     La costumbre… (Transición) Y entonces, ¡haga algo ya para remediar este asunto!

FISCAL:        (La malicia y el melodrama imperan en todo el parlamento) Debo confesar que estoy en un gran aprieto. La verdad no sé a quién creerle. Es imposible obrar con rectitud mientras ambas partes tengan la razón. (Al viajero) Por un lado, su discurso impetuoso me hace creer que dice la verdad y que, ciertamente, mi empleado quiso timarlo. Parece usted un hombre suculento… Digo, sincero. Además, no creo que haya hecho todo este espectáculo por gusto. Hasta la mentira y el egocentrismo tienen sus límites.(Al vigilante) Y por otra parte, está el testimonio de mi querido empleado. Empleado que hasta la fecha ha dado muestras de fidelidad absoluta, y cuya moral ha sido ejemplo a seguir frente a cualquier circunstancia. (Transición brusca) ¡Qué difícil es ser juez!, ¡qué responsabilidad! En estos momentos me siento confundido, en una encrucijada, con la terrible responsabilidad de blandir la espada de Salomón en mis manos. Pero lo más espantoso es que no es un infante el que está a punto de ser cercenado por culpa de dos argumentos igual de apasionados y valederos, sino la mismísima justicia. Un bebé puede ser partido en dos y el mundo seguirá girando como de costumbre. De hecho, solo se le estaría haciendo un favor al infante al librarlo de este infiero llamado vida. Y, por otra parte, la muerte nos llega a todos tarde o temprano. La carne solo es abono para animales ciegos. Pero cometer una injustica es una trasgresión contra la dignidad del hombre. Ser víctima de ella es recibir una herida en lo más profundo del alma. Una herida que permanecerá abierta mientras no se alcance la reivindicación. (Transición) ¡Qué absurdas y ridículas pueden llegar a ser las relaciones humanas! ¿Pelear por algo tan insignificante como una tasa? Y pensar que por pequeñeces de esta índole las naciones se enemistan y combaten hasta el exterminio, dejando tras de sí vestigios imborrables de sangre y miseria... ¡No sé qué hacer! (Refiriéndose al viajero) ¿Sigo las palabras de este sujeto… (Refiriéndose al vigilante)y castigo como es debido a este lobo disfrazado de oveja? ¿O presto mis oídos a las aclamaciones de inocencia de mi pobre empleado, y hago caso omiso a las quejas de este viajero? (Se arrodilla)¿Cómo obrar correctamente, Dios mío? ¡Vuelve hacía mí tus ojos, Señor! ¡Mírame, óyeme! ¡Ten piedad de quienes padecen incertidumbre y te aclaman! (Pausa larga) No hay respuesta… (Irónico) Qué raro… (Transición) Bueno, no importa, ya sé lo que debo hacer. Yo mismo me he iluminado: Obraré al margen de la famosa y acertadísima máxima que desde tiempos inmemoriales ha resulto este tipo de casos. Y sin importar los condicionamientos morales que intervengan: El cliente siempre tienen la razón. Sí, satisfaré la sed de justicia de este hombre y despediré inmediatamente a este delincuente. Sí, lo despediré, es el pago justo por su ofensa. Y las ocho bocas que esperan pacientemente en su rancho, noche tras noche, a que este miserable les lleva algo que distraiga sus estómagos, también serán parte de esta expiación. Qué su familia padezca los estragos del hambre será la forma más efectiva de purgar sus pecados. Pagarán justos por pecadores, pero no hay más remedio.

VIAJERO:     (Conmovido) Bueno, no es para tanto. Con una amonestación bastaría. Yo solo quería que…

FISCAL:        ¿¡Una amonestación!?¡No, cariño! ¡Ante la injusticia hay que ser implacables! Si solo lo amonestamos pronto volverá a incurrir en el mismo delito; esta vez afianzado en su moral nueva. Y después, cuando robar ya no lo satisfaga, ¿qué sucederá? ¡Es evidente! Cuando se canse de obrar en la periferia del crimen, sus infracciones serán cada vez más impuras y ofensivas. Y así continuará pudriéndose en sí mismo hasta convertirse en un depravado, en un monstruo, en un paria del espíritu, y así hasta cometer la peor de las transgresiones: el asesinato. (Iluminado)¿Asesinar? ¡Sí! ¡Esa es la solución! La verdadera justicia es pagar con la misma moneda, puesto que así el injurioso tomará conciencia absoluta de su afrenta. Hay que eliminar a este desgraciado antes de que mate a alguien… Hay que liberarlo de su enfermedad. “Haz justicia al huérfano y al oprimido: ¡qué el hombre, hecho de tierra, no vuelva a sembrar terror!” (Salmos 10:18)Usted ha venido hasta acá clamando justicia, y eso es exactamente lo que tendrá. (Saca un cuchillo de entre las gavetas).

VIAJERO:     (Aterrado) ¡Espere! ¿Qué hace?¡Suelte ese cuchillo!

FISCAL:        ¿Que qué hago? Hago lo que deberían hacer los hombres frente al mal que los atormenta: hacer justicia. (Hablando con el cuchillo)“Qué es más digno para el espíritu, soportar los golpes y dardos de la inclemente fortuna, o tomar las armas contra el pliégalo de las calamidades, y haciéndoles frente, darles fin. ¿Por qué soportar los ultrajes y desdenes del mundo, los agravios del opresor, las afrentas del soberbio, los tormentos del amor desairado – en su caso asesinado -, la tardanza de la ley, las insolencias del poder, y los desdenes que el paciente mérito recibe del hombre indigno, cuando uno mismo podría liberarse de ellos con un simple puñal”(De Hamlet).(Se abalanza hacia el vigilante, lo somete y le coloca la punta del cuchillo en el cuello. el vigilante no reacciona, de hecho, colabora con él).

VIAJERO:     ¡No! ¡Suelte ese cuchillo, por favor! ¡No lo haga!

FISCAL:        ¿Que lo suelte? (Con gesto macabro) Tiene razón… No soy yo quien debe esgrimir este cuchillo, sino usted. (Le entrega el cuchillo a vigilante) Ve…

(El vigilante toma el cuchillo y se dirige hasta el viajero, luego se arrodilla frente a él y le ofrece el arma).

VIAJERO:     (Turbado. Viendo el cuchillo) No, yo no… ¡No puedo hacer eso! ¡Es horrible! ¡Nada puede justificar un asesinato!

FISCAL:        ¿Nada? ¿Está seguro de eso? Piénselo… Ya ese pobre infeliz está condenado, ya sabe que es capaz de cometer un delito. ¿Qué le hace pensar que no volverá a hacerlo, y que no descenderá hasta el más profundo abismo de la inmoralidad? Hoy es una simple tasa, mañana será un lapicero, una billetera, un anillo… ¿Y qué pasará cuando esas minucias no lo satisfagan, y se canse de escudar sus delitos con su pobreza? Llegará un día en que este delincuente, ya diestro en sus artimañas, se creerá con derecho de lastimar a otros. Es entonces cuando se convertirá en un asesino. Matará a quien sea sin piedad; y hasta sentirá placer al hacerlo. Vamos, no tenga miedo, solo lo estará haciendo un favor.

VIAJERO:     Yo… Yo…

FISCAL:        Le contaré una historia: Una mujer termina su jornada de trabajo, y en lugar de dirigirse a su casa como de costumbre, se desvía del camino. Es un día muy especial para ella: está de aniversario. Así que va a una tienda a comprar un presente, un reloj, puesto que a su amado le encantan; lo conoce demasiado bien. En varias oportunidades había pasado con su marido frente a la misma tienda, y, admirado a través de las vitrinas, el reloj en cuestión. “¡Qué bien se vería en mi muñeca!”, dijo él en una oportunidad. Para ella esto fue un deseo explícito.

VIAJERO:     (Turbado) Eurídice…

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