Capítulo 36
Volvimos al lugar donde pasamos la mejor noche de nuestra vida, Esa habitación, esa cama, esa primera vez de entrega total, creo que aún podía sentír el olor a sexo que dejamos impregnado en ese lugar.
Yo cerre la puerta tras de mi, observe a Santiago que no me quitaba los ojos de encima, me devoraba.
—¿Estás segura? —me preguntó, con la voz grave, ronca, caliente —No quiero que después te culpes.
—No me detengas —le susurré, acercándome despacio—. No quiero pensar, No quiero que pares… pase lo que pase, quiero que me tengas entera.
Me senté en sus piernas. Sus manos me sujetaron con fuerza por la cintura, y su boca se fue directo a mi cuello, besándome como si no pudiera respirar sin hacerlo.
—Dime que me necesitas —murmuró.
—Te necesito más que a nada —jadeé—. Esta es mi despedida… y quiero que me quemes con todo tu fuego.
Mis dedos bajaron directo a su cinturón. Lo desabroché sin prisa, sintiendo cómo su erección ya marcaba su pantalón. Estaba duro, caliente y desespera