Capítulo 4. Un pequeño error.

Comer con Damian, era la actividad favorita de Noah, debido al incremento de trabajo de los últimos meses, no podía estar con su hijo cómo le gustaría. Las personas que trabajaban en la mansión eran de su completa confianza. Habían pasado una exhaustiva investigación, antes de poder acercarse a su hijo y por esa razón, podía estar tranquilo.

—Papá volverá pronto, campeón. Juega un poco con Gabriella mientras no estoy y conoce a la nueva niñera —aunque esas fueron las últimas palabras dichas por Noah, antes de salir de casa, su hijo solo lo ignoro.

Ser padre soltero tampoco era una tarea sencilla, las noches sin dormir, el trabajo, los llantos sin explicación o simplemente no tener idea de lo que le pasaba a su hijo, eran cosas del día a día para él. 

Noah quería que su hijo volviera a ser un niño feliz.

—Señor O'Brien, su guardaespaldas se encuentra esperándolo en su oficina —le informa la secretaría, entregándole un vaso de jugo. Noah, desde que tenía un hijo, había cambiado sus gustos por las bebidas. No bebía té, porque le recordaba a su difunta esposa y el café, era una droga que estaba tratando de dejar por las miles de noches sin dormir, que lo bebió, cuando su pequeño se enfermó.

Tomando el jugo va directo a su oficina a encontrarse con Sebastian. Necesitaba sentirse tranquilo y que todo estaba bajo su control. No quería simplemente tener que esperar a que las cosas fluyeran. Noah necesitaba respuestas, para que su mente pudiera descansar.

—¿Me esperaste mucho tiempo, Sebastian? Dime que tienes buenas noticias. Estoy teniendo un mal día porque Damian tiene que volver a pasar un proceso de aceptación… otra vez —toma asiento, después de darle un sorbo a su jugo, él no era un hombre de tener muchos amigos, pero se sentía cómodo frente a su guardaespaldas. Ambos se respetaban mutuamente y podría decirse que eran cercanos. 

—Acabo de llegar, señor. Siento mucho que a Damian le toque pasar por todo esto nuevamente y no sé a qué se refiere con buenas noticias —la mirada seria de Noah, hace reír a Sebastian. 

—De verdad que no estoy de humor, hombre —recibe el USB que le da su guardaespaldas.

—Es muy pronto para tener noticias o alguna información más amplia sobre lo que pasó. Solo han pasado unas horas y la policía está haciendo lo que puede para conseguir pistas. Lo que le estoy entregando son las grabaciones de las cámaras de seguridad que hay en las calles en donde hubo el accidente. Antes de venir aquí, he revisado detalladamente cada uno de los vídeos, pero solo nos muestra un auto sin placa y un conductor encapuchado —Noah escucha con atención la explicación de Sebastian, mientras ve las grabaciones que le dio.

—Un conductor sin rostro… ¿No hay nada más que eso? —pregunta, aunque sabe perfectamente cuál es la respuesta. Repite, una y otra vez, el momento que el auto impacta contra el de él y estaba agradecido de que Damian no estuviera en ese momento.

Estaba seguro de que su hijo podría haber muerto y de solo pensarlo, sentía que su corazón se llenaba de dagas.

—Lamentablemente, no, señor. Necesito más tiempo para tener más pruebas o pistas sobre…

—¿Crees que sean las mismas personas que le quitaron la vida a Aurora? —interrumpe a Sebastian, porque esa pregunta le iba a dar vueltas durante todo el día si no la sacaba de su cabeza.

—No lo creo, señor. El accidente de la señora fue por un conductor borracho y lo de usted fue intencional —asiente y aparta la vista del ordenador.

—Necesito más vigilancia a mi alrededor, Sebastian. Quiero que traigas a los mejores guardaespaldas que conozcas. Las personas más talentosas y en las que más confíes, las quiero trabajando para mí. No me importa si es hombre o mujer. Tú simplemente les haces el mismo proceso y los traes —mira el jugo que estaba a medio tomar y piensa en la mujer que había metido a su casa el día de hoy. Aceptó que ella fuera niñera de la persona más valiosa para él, después de que le diera solo el apellido.

—Bien, entonces, me retiro y le tendré nuevos guardaespaldas antes de terminar la semana —Sebastian se levanta al ver que su jefe estaba teniendo una profunda conversación con su mente, solía hacerlo cuando le molestaba algo, pero no lo iba a interrumpir, ese no era su trabajo.

—También quiero que investigues a Elizabeth, la nueva niñera de Damian. Se llama Elizabeth Miller. Quiero que me traigas todo lo que consigas de ella, pero eso no se lo debes comentar a nadie. Ni a tu esposa Gabriella —Noah confiaba en que la amiga de su antigua empleada estuviera limpia, no parecía una mujer con problemas o que fuera mala, pero no había nada que hacer. Él había sufrido demasiado por confiar en quien no debía y eso no le volvería a pasar.

—Entendido, señor. Será secreto para todos.

Noah odiaba las mentiras y las personas falsas. Por esa razón, era un hombre con un círculo social bastante pequeño. 

Traición, era el acto más asqueroso que alguien podría hacer, cuando te dieron todo.

***

El resto del día para Elizabeth, había sido tan difícil, que le pareció un sueño, la bonita mañana que creyó haber tenido. Ella había regresado a la mansión, unas horas más tarde, con toda la ropa que necesitaba y poder instalarse en su habitación. Tuvo un amistoso almuerzo con la señora Gabriella y estuvo feliz, por lo amable que eran todos con ella, pero el resto del tiempo, fue ir a la guerra.

Su mini jefe no la soportaba y solo la ignoraba.

—Elizabeth, solo debes tener un poco de paciencia, él es un niño bastante amoroso, pero tienes que ganarte su confianza —le informaba la señora Gabriella.

Damian le da una mala mirada a la rubia y cierra la puerta de su habitación.

—Haré mi mayor esfuerzo. Tengo una hermana menor que es igual a él. Muchas gracias por el consejo, pero solo dígame Eli. Mi nombre completo es muy serio —ambas se rieron y ella, dio un suspiro para ir a la habitación de su mini jefe.

La señora Gabriella la vio alejarse y sonrió, al darse cuenta de que la chica tenía ganas de llorar, pero estaba decidida a cuidar a su rebelde jefe. No se veía mala muchacha y se alegró de ver que Noah, había elegido a una persona que estaba dispuesta realmente a cuidar de su hijo.

***

—Vamos, Damian, prometo no acercarme a ti, pero debes arroparte para ir a dormir. Hace frío en la habitación —tenía más de cuarenta minutos tratando de hacer dormir al pequeño, pero él solo se había sentado en la cama después de ponerse su pijama.

Damian ni parecía que tenía cinco años.

—¿Por qué no consigues a Teddy? —le volvía a preguntar enojado. Damian estaba tan frustrado de que la nueva niñera no pudiera dar con su peluche favorito. Ante los ojos del pequeño, esa mujer era tan mala.

¿Cómo no podía saber en donde se encontraba Teddy? Tampoco le diría que estaba en la habitación de su padre. Ella debía saberlo e irlo a buscar.

—Porque no sé en dónde está. Si yo lo supiera, ahora mismo iría corriendo para traerlo —Elizabeth, daba pequeños pasos para acercarse sin que él se diera cuenta.

—Jess lo consigue… —y sí, ella estaba segura de que su amiga lo haría, de hecho, Jessica siempre consigue todo.

—Lo sé, Jess es increíble. Ella es mi amiga y me canta canciones. ¿Quieres que lo haga? —le preguntó, terminando de acercarse, el niño tenía el ceño fruncido, pero aceptó la canción.

—Yo también canto y sé mi nombre —Elizabeth sonrió, al ver que se le había ido el enojo. Damian se acostó y ella pudo arroparlo.

—A mí me gusta mucho tu nombre —se sentó en el suelo y apoyó sus codos en la cama del niño.

Así ellos empezaron a hablar y a cantar, por un largo rato. Ninguno se dio cuenta cuando cayeron dormidos, simplemente sucedió. A Noah se le había hecho tarde y lamentaba no haber llegado antes. Él fue directo a su habitación a buscar a Teddy porque Damian debía despertar temprano. Para su sorpresa, al abrir la puerta, ve a su hijo dormido con el dedo de Elizabeth en su mano.

La furia se apoderó de él y fue a despertar a la intrusa.

—¿Qué se supone que estás haciendo? Te espero afuera —su voz se escuchó áspera, Elizabeth se despertó sobresaltada, por la manera tan tosca con la que Noah la despertó al tocarla.

—Lo siento, no me di cuenta de… —se levanta del suelo y ve que su dedo era sostenido por Damian.

A Noah le hervía la sangre, no podía creer que su hijo estuviera dormido sin Teddy. Ni él había podido lograr eso en todo este tiempo que lo lleva cuidando.

—¿Qué estabas haciendo con mi hijo? —le preguntó, sus ojos estaban fríos e inexpresivos como de costumbre.

—Dormí a Damian…

—Que sea la última vez que lo haces. No tienes permitido dormir a mi hijo. Ese es mi trabajo. El tuyo es cuidarlo y atenderlo mientras yo no estoy. Si leíste el documento esta mañana, decía claramente cuáles eran tus funciones y dudo mucho que en ellas se encontraba esta. Es la primera advertencia que te hago y espero que no se repita. Te lo dejo pasar porque eres nueva. Buenas noches, Elizabeth —dicho eso, le señala el pasillo para que se vaya.

—Sí, lo siento mucho…

Ella tragó grueso y se fue a su habitación con el corazón acelerado. 

Ni siquiera pudo explicar que se quedaron dormidos.

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