Capítulo 44 —Casa
Narrador:
Aylin seguía sin moverse. Era irreal. Roman Adler, sentado a la mesa de su casa, con una taza de té en la mano, charlando con su abuela como si fuera cualquier otro visitante. Pero no lo era. Y él lo sabía.
Roman levantó la mirada cuando la vio entrar. Esa sonrisa lenta, arrogante, suya, apareció de inmediato.
—Hola, Aylin, ha pasado mucho tiempo. —El estómago se le contrajo. No podía moverse, no podía ni respirar. Roman inclinó la cabeza, estudiándola. —¿No piensas saludarme?
Su abuela le sonrió, completamente ajena a la tensión que acababa de inundar la habitación.
—Mi ni*ña, ven, el señor Roman ha sido un encanto. Vino hasta aquí solo para verte.
Aylin tragó saliva, clavada en el suelo.
Roman la observó con tranquilidad, como si disfrutara cada segundo de su reacción. Porque lo hacía.
—Lindo lugar. Acogedor.
Ella apretó los labios. No podía hablar, no podía procesar nada.
Su abuela se puso de pie con una sonrisa.
—Voy a traer más té. No te muevas, ni*ña.