Ese día, mientras Logan pensaba en cómo podría hacer un viaje de negocios para llevar a Yana con él, de repente se escuchó un golpe en la puerta. Frunció el ceño, y lo volvió a guardar en su bolsillo, aclaró la garganta y dijo: “Adelante.”
Jane entró, cerró la puerta detrás de ella con las mejillas sonrojadas, y se acercó a él con una caja elegante, colocándola sobre la mesa y empujándola hacia él.
—¿Qué? —preguntó Logan con su voz grave y magnética.
—Regalo para usted.
Logan no tomó el regalo, solo comentó con indiferencia:
—Mi cumpleaños aún no ha llegado, y hoy no es un día festivo, ¿por qué me das un regalo de repente?
Jane respondió suavemente:
—El abogado Adams perdió un caso hace poco, así que esto es... —parecía no encontrar una palabra adecuada para describir el motivo del regalo, y finalmente dijo directamente—: En realidad, solo quería darte un regalo, sin razón.
Logan se quedó en silencio, desató la cinta y abrió la caja. Dentro había un reloj, de una marca bastante conoci