¿Qué hacías cuando eras humana en una manada de lobos y tu mejor amigo era el próximo Alfa?
Te unías, eso hacías. O te unías tanto como un humano podía. Kennedy y Jeremiah habían sido amigos desde que nacieron. Sus mamás habían sido mejores amigas en la universidad y les habían heredado esa amistad a sus hijos.
Cuando un trágico accidente se llevó a sus padres, pero de alguna forma dejó con vida a Kennedy, y ningún familiar quiso hacerse cargo de una adolescente sin herencia, la persona más cercana a su madre intervino para cuidarla.
Desde entonces, Kennedy y Jeremiah habían sido inseparables. En los últimos años, ella había aprendido las costumbres y los valores de la manada, pero estaba decidida a ir a la universidad y experimentar la vida humana fuera de la manada que conocía y amaba. Era humana y sabía que no sería la compañera de un lobo. Estaba preparada para irse y vivir en el mundo humano. Aspiraba a hacerse cargo del gimnasio que su mamá había puesto junto con la madre de Jeremiah. Era un legado que mantenía viva la memoria de sus padres.
Lo tenía todo planeado, para gran consternación de su mejor amigo. Todos los formularios de la universidad estaban firmados, el alojamiento estaba listo y sus clases de negocios iban encaminadas a que se graduara en tres años. Solo tenía que aguantar un año más de secundaria para que todo eso sucediera. Por suerte, los hombres lobo pensaban que el último año era el momento de empezar a enfocarse en el futuro, así que muchas clases estaban diseñadas para ayudarla a triunfar más rápido.
Su vida estaba planeada; Jeremiah comenzaría a entrenarse para liderar su manada. Esa era la última aventura antes de que sus vidas siguieran caminos predeterminados. Ella sabía que siempre estarían unidos, como sus mamás. No podía pasar un día sin hablar con él. Había sido así desde que tenía memoria. Se sentía incompleta sin ese contacto, así que no había forma de que perdieran la comunicación. También sabía que no eran compañeros, aunque muchos esperaban que su relación tan cercana no pudiera ser otra cosa. A los dieciocho años, su relación era la de hermanos con tendencias de gemelos, algo que nadie podía explicar. Ella no sabía hacer un enlace mental ni transformarse, y aun así se movía como lobo, pensaba como lobo y tenía los instintos de un lobo.
Muchos creían que pronto se le pasarían las ganas de su “aventura humana” y volvería a la manada para siempre.
Hasta que la vida de Kennedy tomó un giro inesperado y la obligó a tomar decisiones que nunca había planeado.
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