El odio en su rostro era demasiado evidente. Me veía como alguien repulsivo, maligno y detestable. Así que, no era algo fácil ablandar su corazón para que me vea como alguien confiable.
— ¿Cómo puedo entrar? — pregunté intentando ser valiente y la respuesta que tengo es de un golpe en la ventana y la sorpresa del hombre a mi lado.— No, claro que no vas a entrar allí. — dice Curthwulf sin darme una oportunidad de negociar.— ¡Tú mataste a mi marido! ¡Ustedes lo hicieron, malditos asesinos! — grita mi hermana y mi corazón se encoge al ver cómo reacciona al verme.La mujer que muchas veces me había acompañado en mis momentos difíciles, la mujer que me sonreía y me mostraba con orgullo a su bebé, la profesional que todos admiraban por ser buena doctora, la mujer que se había sacrificado para que Lowell