Si alguien me pedía que me describiera, fuera en el pasado cuando no conocía el mundo de los hombres lobos o ahora, diría lo mismo: soy invisible. Tan invisible que solo cuando alguien no quiere hacer algo o hay que sufrir es que se acuerdan de mí
Y si hablo de mi vida amorosa, se resumiría a nula. Mis pocas relaciones amorosas me habían decepcionado tanto que me había concentrado en el trabajo para evitar dolores innecesarios. Por eso, era insegura y tan miedosa con respecto a peleas y uniones que aún no quería experimentar. Por eso, que me diga Curthwulf, mi esposo, que soy una rompecorazones, es sorprendente para mí. Incluso, lo es más que ser inmortal.— ¿De qué locura estás hablando, Curthwulf? — pregunto aturdida.— Eres como un pétalo diminuto de flor que vuela con el viento, mostrando su belleza, pero, sin intenciones de que sea