El enojo que invadía a Gustav, causaba que sus manos se transformaran lentamente en un lobo, pero, recordando que no debía alertar a los humanos o Curthwulf podría encontrarlo, se contuvo y tragó duro.
— Señor…— ¿Cuándo puedo llevarme a mi esposa? — pregunta Gustav como si no hubiese amenazado de muerte al doctor, solo hace pocos segundos.— Señor, entiende que acaba de amenazarme — dice el doctor.— No es una amenaza, señor. Si por ver que tenía una malformación, creyeron que debían darse por vencidos, primero, debían decirme lo que sucedía, no decidir sobre mi esposa e hijo.— Siendo sinceros, la caída solo mostró visiblemente lo que sucedía, porque la malformación, estaba amenazando su vida. No sé cómo podía soportar el dolor, pero, que su hijo estuviera c