Con la poca fuerza que tenía Alicia, no podía escapar del calvo.
Ana se adelantó y gritó desgarradoramente:
—¿Qué están haciendo? ¡Suelta a mi hija!
—¡Lárgate! —El calvo no tenía ninguna piedad con Ana y le dio una patada.
Ana volteó en el suelo.
—Vieja, si quieres salvar a tu hija, es mejor que re