—Esta vez soy yo quien debe pedirte perdón —dijo Mía con sinceridad—. Espero que no te importe, pero, dentro de un año, pase lo que pase, te transferiré todas las acciones de la compañía farmacéutica Riomar.
Miguel se sorprendió un poco al ver un aire de confusión e impotencia en la mirada de Mía.
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