—Arrodíllate, pide disculpas y te perdonaré la vida —dijo Rafael señalando al suelo.
En cuanto terminó de hablar, Miguel levantó la mano y le arrancó dos dientes de un guantazo.
—Me importa una puta mierda quién seas. Si te atreves a tocar a Alicia, ni tu padre te salvará.
Rafael no podía creer que,