Sonrió sin darse cuenta y pensó: “Dios debe estar de mi lado.”
El rubio se agarró el pecho, consciente de que no era rival para Francisco. Le señaló y dijo:
—Espera a que venga mi jefe a por ti, hijo de puta.
Francisco puso los brazos en jarras y le dijo, vacilándole:
—Papaíto te está esperando aquí