Si creen por un segundo que Anna es valiente, están muy equivocados. Aquella orden salió de lo más profundo de su miedo, porque en verdad temía que el animal fuese a causarle más daño y tanto Egan como Ángel no vieron que ella también se quedó con la boca abierta.
Aunque el animal sigue algo inquieto, no vuelve a atacar a Anna como al inicio. Ella se mueve lentamente a su alrededor, hasta que termina y le ofrece unos terrones de azúcar.
—Eres magnífico —le dice acariciando al animal y él relincha en respuesta.
—¡¿Qué crees que haces?! —Anna se encoge enseguida ante el grito de Egan y se gira lentamente para guardar el cepillo—. ¡¿Acaso me estás ignorando?! —se acerca a ella y la toma por el brazo con fuerza.
—N-no… es sólo que… le tengo miedo —le dice ella sin mirarlo a la cara, Egan sonríe con satisfacción y le dice muy cerca de su oído.
—Haces muy bien, niña —la suelta con violencia y se aleja de ella—. ¡Ángel! Dale la siguiente orden, no quiero que pare en todo el día. Yo me voy po