De pronto los ojos de Frida se abrieron con sorpresa. En sus oídos las palabras de amor que había dicho Román generaban eco hasta taladrar en su cerebro.
Gerard, sorprendido, retrocedió, como si viera a un muerto salir de su tumba.
—¿Frida? —preguntó Marianne y una sonrisa se plasmó en su rostro—