El viaje

Helena también se fue lamentándose por no haberse podido quedar, pero aún tenía que llegar a su casa a bañarse, recoger sus cosas e ir al aeropuerto.

—Pensaba ir por ti —le sorprendió Jason al abrir la puerta, estaba de pie con su maleta y vestido para salir —es tarde.

—Lo se, perdón. Me doy un baño rápido y nos vamos.

—Pero ya, anda.

Entró corriendo y se dio apenas un regaderazo, solo quería despertar un poco y quitar de su piel el olor a sexo que era mas que evidente. Vistió unos jeans con tenis y una polo blanca con una chamarra encima, medio secó su cabello y lo ató en una coleta alta, luego salió a prisa para ir al aeropuerto.

—La que no quería ir a la fiesta mexicana se cogió a un mexicano —le dijo Jason con mofa y ella lo miró conteniendo la risa.

—Buenísimo, por cierto.

—Me queda claro, dormiste con él y no lo niegues porque es obvio.

—No lo niego —respondió al momento —es solo que me ganó el sueño y el cansancio, desperté porque sentí que era tarde y ve, apenas vamos a llegar.

—No —la calmó Jason —es buena hora, tienes tu boleto en el correo, tu reserva está esperando y todo saldrá bien, se que tienes miedo pero no te preocupes.

En respuesta le dio una risa nerviosa. Si bien le preocupaba lo que pudiera encontrarse a su llegada a México, también estaba inquieta por lo que había sucedido con aquel hombre y mas aún pensar si lo volvería a ver algún día.

—Helena —le tomó del brazo para llamar su atención —hemos llegado.

—Perdón —se disculpó y bajó a prisa.

—Vienes distraída, necesitas calmarte, nena.

Jason la ayudó con su maleta y fue con ella por su boleto, se separó de ella solo cuando ya estaba abordando.

—Llámame para cualquier cosa ¿Si? Y no dejes de decirme cómo vas, yo estaré pendiente en todo momento y si es preciso que vuele para ir contigo lo haré.

—Gracias, te prometo que intentaré estar bien y hacer las cosas de la mejor manera posible.

Se abrazaron por última vez y Helena subió al avión. Su boleto era de primera clase y lo agradeció porque necesitaba poner en orden sus ideas, entre menos personas distrayéndola sería mejor. Estaba a punto de encontrarse con su pasado, con lo que la llevó al sitio en el que había pasado su vida. Quería respuestas y sabía que de ser su abuela esa infame mujer que Carlos Cuellar le pintó iba a ser difícil obtenerlas de ella. Una mujer que arriesgó la vida y la felicidad de su propio hijo no podía ser una buena persona.

Se iba preparando mentalmente y en la medida de sus posibilidades para enfrentar todo eso que venía.

Llegó a su destino y suspiró al bajar del avión, apenas salir y estaba un hombre de unos cuarenta años sosteniendo un cartel con el nombre "Helena Lazcano" en letras mayúsculas y remarcado, por si es que no viera, ella se acercó y le pidió discretamente bajar el papel y el hombre se disculpó.

—Tengo instrucciones de llevarla al hotel y estar a su servicio las 24 horas para lo que haga falta.

—Gracias —se limitó a decir y le entregó la maleta para que la llevara al baúl.

Escuchó su teléfono timbrar y se apresuró a contestar, era Carlos queriendo saber de ella.

—¿Qué tal fue el viaje?

—Bien, gracias. Ya voy para el hotel con el chofer que me enviaste.

—Muy bien, hija. Descansa y mañana temprano te veo para desayunar y poder ir a varios lugares para que te entreguen tu documentación.

—Gracias, nuevamente.

El hombre condujo por mucho tiempo, Helena pensó que ni loca viviría en un lugar así, siempre pensó que L.A. era enorme y ahora descubría el verdadero significado de multitudes. Las personas se empujaban por las calles para poder pasar, los autos avanzaban de una manera casi imperceptible y todos iban sonando la bocina sin parar, como si eso remediara las cosas.

—Perdona —se dirigió al hombre al volante —¿Qué tiempo nos tomará llegar?

—Uy seño, de menos una hora, es que ahorita se pone bien lento el tráfico.

Alzó las cejas y puso cara de fastidio —Creo que caminaré —le dijo al mirar en su GPS que el hotel se encontraba a 20 minutos caminando. —Allá te espero.

—No, el licenciado me dijo que no la dejara sola, la ciudad es peligrosa para alguien que no la conoce, además que si va con ese aparato por ahí va a llamar la atención.

Sacó de su bolso un manos libres y guardó el teléfono en el bolso interior de la chamarra —Listo, ahora no se ve, yo camino y te espero allá —le dijo determinada y salió del auto.

Las calles eran demasiado pequeñas a su ver para las personas que transitaban, aunque le sorprendió que le sonreían sin conocerla. Anduvo por donde el GPS la llevó y vio el hotel que se elevaba frente a ella del otro lado de la acera, esperó el pase con el semáforo en una esquina y luego caminó a su izquierda hasta la entrada.

Fue hasta la recepción y dio su nombre, enseguida la llevaron hasta su habitación y finalmente pudo descansar. Durmió hasta muy tarde, ya era noche cuando despertó y tenía varias llamadas perdidas de Jason, solo se frotó un poco los ojos y le llamó de regreso, apenas el primer timbrazo y respondió y notó la preocupación en su voz.

—Lo primero que te pedí no hacer es lo que haces, me tenías preocupado.

—Disculpa, me quedé dormida, esta ciudad es tan ruidosa y estresante que ni te imaginas.

—¿Y cómo te va?

—Hasta ahora sin novedad, mañana iremos no se a qué lugares para sacar mis documentos y ya que esté todo, volaré a Tuxtla.

—Mantén tu teléfono con volumen ¿Quieres? Yo se que vas a andar muy ocupada, pero al menos déjame un texto de vez en cuando.

—Claro que sí, hoy fue solo porque estaba cansada y me ganó el sueño.

—Después de ayer es lógico, te llevaste al festejado —le informa Jason y ella hace un gesto de asombro que él no ve, pero lo adivina y se ríe.

—No me digas, no tenía ni idea —confesó apenada.

—Me queda claro ¿Al menos lo disfrutaste?

—No tienes idea.

—Solo espero no me cambies por el mexicano —le dice bromista y ambos ríen.

—No digas tonterías, fue una simple coincidencia —admite Helena con algo de pesar, Jason no la estaba viendo y podía permitirse el anhelo con su mirada, el anhelo por volver a ver a ese hombre que la llevó a la luna envuelta en placer en un acto tan simple y cotidiano como lo era el sexo —ese hombre y yo en la vida nos volveremos a ver.

—Uy, creo que escuché algo de decepción ¿Tanto te gustó?

—Jason, no vamos a tener esta conversación, te juro que ahora en lo que menos pienso es en eso. Tengo mil cosas en la cabeza y ninguna se relaciona con el sexo.

—Tienes razón, disculpa mi falta de empatía. No está de mas decirte otra vez que estoy para ti en todo.

—Gracias. Te quiero mucho, lo sabes. Pero ahora tengo que dejarte porque muero de hambre y voy a bajar a cenar.

—De acuerdo, nena. Llámame en cuanto puedas.

Luego de terminar la llamada se paró de la cama y se miró al espejo, se arregló un poco el cabello y bajó a uno de los restaurantes del hotel.

Se alejó del centro y tomó una de las mesas de la orilla, enseguida le tomó la orden y solo pidió una ensalada y un poco de pasta con una copa de vino. Solo quería reducir su hambre y no quedar lleno a reventar, normalmente no comía de noche, pero durante la tarde solo durmió y ahora su estómago reclamaba un poco de alimento.

Volvió a su habitación para asearse y dormir nuevamente, al día siguiente le esperaba una larga jornada y quería estar despierta un tiempo.

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