—¡Kai, ábreme la puerta, hablemos! — me grita Álvaro del otro lado de la puerta y yo me siento como cuando me daban esos ataques de pánico después de la muerte de mis padres.
Me abrazo a mis piernas sentada en el suelo de espalda a la puerta y me vuelvo a preguntar ¿qué es lo que me sucede? ¿Por qué de repente sentí esas ganas de huir? No me reconozco… yo suelo enfrentar la situación, no huir de ella.