Con las cosas así, la asistente de verdad quería saber qué iban a hacer ahora.
—No estoy segura. Ahorita solo nos queda ver si tenemos suerte. Pero, sea como sea, tenemos que hablar con el jefe para que nos diga qué pasó. No pueden sacarnos así nomás, sin decir qué está pasando.
La asistente asintió; sin duda, ella tenía razón.
Sofía señaló un nombre en la lista.
—Este tal señor Valdés es nuestra mejor carta. Ya sabes, si quieres acabar con el grupo, primero se empieza con el jefe. Tenemos que convencer al líder de la fábrica de materiales.
Vio la cara de confusión de su asistente, pero no añadió nada más.
—Solo puedo decirte que voy a ir a su empresa a ver si me reciben —añadió—. Lo demás, ya veremos sobre la marcha.
A la asistente no le quedó más que asentir.
Claro que entendía lo que Sofía quería decir.
Y precisamente por eso, sabía lo complicado que sería y cuánto tiempo perderían.
—¿Entonces va a ir directo a las oficinas de ellos?
Ella asintió.
—Es lo único que podemos hacer. Si