III - Cómplice

Había vuelto a quedarse dormida cuando se acostó en la cama nuevamente, angustiada por Leyla. Cuando despertó y miró la habitación, asimilando de nuevo dónde se encontraba y cuál era su situación, vio que el balcón lateral estaba abierto y que el aire cálido del verano se filtraba y hacía mover las cortinas de lino. Se levantó porque necesitaba empezar a conocer el lugar, si es que quería escapar lo más pronto posible. 

El viento movió su sedoso cabello negro cuando salió al balcón, sintiendo un poco de la libertad con la que siempre fue dichosa. El sol ya no estaba tan alto, así supo que se había quedado dormida durante mucho tiempo; quizás las tres o un poco más. Lo primero que observó fue el cielo, azul en esa parte, pero oscuro a lo lejos, como si en otro lugar se estuviera desatando una gran tormenta. Luego miró el bosque, sabía muy bien que estaba ahí porque lo vio al llegar hacía dos días. Lo atravesaron en auto, por una carretera asfaltada solitaria, unos tres o cuatro kilómetros después de que las casas escasearan. Podía correrlos fácilmente si se convertía. Bajó la mirada y vio los jardines, dedujo que estaba en una ala lateral porque no parecía ser la entrada de la mansión ahí abajo, también supo que estaban en un tercer o cuarto piso y que bajar sin ser vista podría ser una complicación. La mansión era enorme, lo sabía, la vio en todo su esplendor cuando el auto en el que llegó se adentró en sus predios; seguramente estaba llena de sirvientes y posiblemente la familia del lobo negro y de su esposo. Bufó para sí misma porque en su mente se filtró el pensamiento de Alecksander como su esposo, se dio la vuelta y regresó adentro. 

Ahora que estaba sola, exploraría hasta el último rincón de la habitación. Acomodó un tirante de su ligero vestido y observó todo a su alrededor. Sabía cuál era el baño, entonces fue hacia la otra puerta, giró el picaporte y empujó, un poco miedosa, pero suspiró al ver que se trataba de un vestidor. Entró porque también olía a Alecksander ahí adentro. Miró algunas camisas colgadas, y una buena colección de zapatos de hombre de muchos estilos en los estantes, también muchas repisas y cajones. 

Jadeó cuando se encontró con una vitrina y distinguió los collares que le dieron como regalo; sin embargo, estaba bastante vació aún. Se puso a revisar algunos cajones y se sonrojó al encontrar sus dos pijamas dobladas, ocupando un espacio insignificante, y luego otro cajón repleto de pantalones de mezclilla de Alecksander. Encontró una más pequeña llena de pañuelos, corbatas detrás de una puerta corrediza, sus vestidos de gala que no se detuvo a observar, en otra. Y cerró rápidamente una cuando descubrió que estaba llena de ropa interior de Alecksander. Empezó a buscar frenéticamente hasta que dio con la que tenía su ropa interior barata, lo sacó todo, avergonzada, y luego la escondió en su vieja maleta guardada en un valijero. Decidió salir de ahí antes de que alguien llegara y la encontraran roja por la vergüenza.

La siguiente puerta, era la de salida, pero sabía que no salía al pasillo, sino a un espacioso salón. Muy despacio, como si estuviera por cometer un crimen, abrió la puerta y se asomó por una pequeña abertura. Al ver que no había nadie, salió. Era hermoso, era lujoso y todo colocado en un lugar adecuado para que la armonía del diseño no se perdiera. Lo moderno con lo antiguo se juntaban para embellecer el lugar. Las paredes antiguas con obras de arte de otros tiempos parecían contar historias que ella jamás escuchó, pero los muebles y los aparatos tecnológicos le eran contemporáneos. 

Vio que el balcón del fondo también estaba abierto, distinguió la puerta de salida, pero también una puerta más angosta que llamó poderosamente su atención. Alecksander le dijo más temprano que podía estar a sus anchas en la habitación, pero no estaba segura si se refería a todo o solo al lugar donde dormía. No importaba, porque estaba investigando, así que dio un paso y luego otro, descalza y tratando de no hacer ruido, pero entonces la puerta de entrada hizo clic y se quedó paralizada. 

Se echó hacia atrás al ver a una chica de cabello rosa entrado, botas de cuero y un vestido negro ajustado a su esbelto cuerpo. Hubiera corrido a tomar algo para defenderse cuando vio a Sussy venir atrás, cargando una bandeja de té. 

—¡Oh, estás aquí! —Exclamó la chica desconocida al verla y extendió los brazos caminando hacia ella. 

Regina se dejó abrazar sin rechistar, porque estaba impresionada. 

—¡Qué linda eres! Anoche te vi, pero de lejos y sabía que no era apropiado venir a buscarte antes. ¡Ah, querida, te veías maravillosa! ¡Qué m*****a suerte que tiene el muy cabrón! Déjame ver —le tomó la cara y la observó—, pareces estar bien. Si no te trata bien, me dices, y le arrancamos las bolas juntas.

Regina parpadeó, abrió la boca y volvió a cerrarla, sin poder decir nada porque no entendía nada.

—¡Pero qué tonta soy! Lo siento mucho, querida. Soy Lina, hermana menor de Alecksander, ¿te habló de mí? No quería que subiera porque dizque venía a molestarte, que estabas dormida, que debes descansar… bla-bla-bla ¡El muy pesado! Pero no, porque yo tengo que volver a la ciudad en un par de horas y no podía perderme de conocer a mi cuñada. ¿Te molesta?

—No me molesta —respondió y era la verdad porque la energía de Lina había terminado de despertarla.

—Qué bueno. Entonces vamos a sentarnos y a soltar la lengua un rato, ¿te parece? ¡Somos cuñadas! —chillo con gran emoción y luego tiró de Regina hacia un sofá.

—¿Con leche su té, señora? —preguntó Sussy y ella asintió.

—Cuenta, habla conmigo —le instó Lina con una gran sonrisa sincera. Era hermosa, alta, de piernas largas, perfectamente bronceada y maquillada. Regina distinguió algunos rasgos de Alecksander en ella. En sus cejas podía notar lo negro que en realidad era su cabello.

—Soy Regina —dijo y luego se lamentó por su tono soso. Lina asintió efusivamente—. Tengo diecinueve y soy una loba negra.

—Lo sé, querida, lo sé. Cuéntame qué te gusta. ¿Te gusta ir de compras? Yo amo ir de compras. Le diré a Alecksander que te llevaré de compras pronto, ¿te gustaría?

Regina pensó en sus planes de huir y que no quería ir de compras si luego dejaría todo, pero, por otra parte, pensó en que sería bueno salir y así conocer un poco más allá del bosque en el que encontraba, además, le urgía reemplazar toda su ropa interior. Asintió con una sonrisa.

—Sí, me gustaría mucho.

—Listo, entonces le diré a mi hermano. Verás que lo pasamos de maravilla. ¿Qué te parece el tonto ese? Puede ser pesado y demasiado serio a veces, pero es un amor, créeme, y muy protector. Así de linda como eres, seguro que va a querer tenerte sobreprotegida. 

Regina se sonrojó.

—Es atractivo —dijo con la mirada gacha y se perdió la sonrisa de Lina—. Los hombres atractivos tienen la maldición de ser asediados por las mujeres. 

—Ash, querida, Alecksander lo es, pero también es un hombre centrado. Él ha sabido siempre lo que le conviene y lo que no. Sería un tonto si se molesta en tener interés por otras, estando tú. Y si lo hiciera, destroza su ego, yo te apoyo. 

—Yo no sabía que vendría aquí —confesó—. No sabía que me casaría con un hombre como él. No lo elegí, él tampoco me eligió. No creo que jamás pueda exigir nada. 

—Sí puedes, las promesas que hicieron a los dioses no son en vano, mi querida Regi, eres la esposa, ¡la esposa, querida! Y si lo llamas y le dices que se arrodille y bese tus pies, tendrá que hacerlo.

—Creo… creo que estoy asustada… —fue sincera.

—Oh, eres tan linda, por fuera y también por dentro. Estoy segura de que Alecksander va a enamorarse de ti, y le diré al tonto que te dé flores todos los días, así te enamoras de él. No tengas miedo, sé que aquí la mayoría suele dar miedo, pero me tendrás a mí cerca, yo voy a ser tu cómplice.

—Gracias —dijo Regina, aunque sabía que nunca podría decirle que quería escapar. Lina le caía bien y podían ser amigas mientras ella se quedara en ese lugar.

Lina prácticamente le hizo una entrevista, la bombardeó de preguntas e hizo comentarios que a veces le causaron risa. Ella contestó, la mayoría escuetamente, pero no porque quisiera ser una persona difícil, sino, porque aún no podía procesar del todo las cosas que le habían pasado en un abrir y cerrar de ojos. Tomaron el té, comieron panecillos y en poco más de una hora, Lina era la persona que más conocía en todo el lugar.

Pero la puerta se abrió de nuevo, en medio de una estruendosa carcajada de Lina y una risita tenue de Regina. El silencio volvió a reinar cuando vieron aparecer a Alecksander, serio, con algunas líneas de tensión surcando su frente. Pero su rostro se relajó a pesar de que miró a Lina con ojos de reproche.

—Lina, te dije que no subieras —la reprendió.

—Estaba despierta, te lo juro —puso la carita de inocencia más dulce que Regina había visto.

Alecksander suspiró y caminó hacia Regina y ella sintió su espalda tensarse cuando se paró a su lado y colocó una de sus poderosas manos en su hombro, rodeándola de una forma posesiva que hacía a su loba querer aullar. Sintió sus mejillas encenderse cuando bajó la mirada. 

—¿Te sientes bien? ¿Te ha molestado mi hermana? —le preguntó, aunque ella no lo miraba, solo sentía el calor de su mano quemar en su hombro.

—Estoy bien. Lina es una buena compañía —aseguró Regina a pesar de lo intimidada que estaba.

—Bien, entonces me ahorraré presentaciones, aunque déjame advertirte que a veces puede ser realmente insoportable. 

—Te dije que es un pesado —chilló Lina e hizo un mohín con sus labios rojos.

—Solo… no seas excesiva, por favor —insistió y luego Regina sintió la pequeña caricia de su dedo pulgar en el hombro—. Dime si te abruma o te sientes acosada.

—Eres exagerado —dijo Lina, dramáticamente ofendida.

—Solo bebimos té y hablamos un poco —Regina le dijo a Alecksander y al fin levantó la mirada hacia él. Se arrepintió al instante porque el alfa la estaba mirando con esos ojos verdes intimidantes. Fueron apenas unos segundos que sus ojos se encontraron, pero Regina lo sintió en toda su sangre: la fuerza, el calor, la potencia de todos los instintos salvajes de aquel hombre, la recorrieron y la inundaron hasta casi hacerla jadear. La mano de Alecksander apretó su hombro y Regina apartó la mirada, sonrojada, sintiendo que la marca de su cuello palpitaba. 

—Entonces las dejo tranquilas —carraspeó y soltó el hombro de Regina.

—No te preocupes, ya tengo que irme —Lina se levantó del sofá con los labios curvados en una hermosa sonrisa—. Cuídala, por favor y compórtate como un hombre de respeto.

—Mocosa engreída…

Regina los vio abrazarse y le dio nostalgia. Ella no tenía hermanos, solo su hermanita menor, Leyla, y al ser la mayor, le tocaba hacer el papel de protectora. Volvió a afligirse por ella, porque su teléfono aún estaba sin notificaciones.

—Vendré la próxima semana y haremos planes, ¿te parece, Regi?

Regina parpadeó y le prestó atención a la chica.

—Sí, está bien.

—Llámame, escríbeme, lo que sea.

Los brazos de Lina la rodearon y de pronto quiso rogarle que no se fuera, que se quedara con ella y le hiciera compañía, pero no podía derrumbarse como una niña. Lina volvió a decir adiós inevitablemente y luego salió por la puerta. Se quedó mirando, sintiendo que se quedaba sola de nuevo, aunque Alecksander estaba ahí. De pronto, un pensamiento llegó a su mente y el corazón le latió acelerado: ¿querría sexo ahora que estaban solos?

—Te has puesto cómoda —miró a Alecksander, aun con el corazón desbocado. Él parecía complacido al verla de arriba abajo. 

Volvió a sentirse avergonzada porque llevaba un sencillo vestido de flores azules que le llegaba por encima de la rodilla y con tirantes que le quedaban flojos y se resbalaban. Además, y aún más vergonzoso, estaba descalza.

—¿Quieres que bajemos a dar un paseo? Aún es temprano para la cena —continuó sin esperar a que ella dijera nada, pero esa fue su salvación ante el pensamiento de tener sexo.

—Me gustaría —dijo un poco más animada, porque además podría ver los pasillos de nuevo, estar más atenta, examinar el exterior. 

—Bien. Ponte zapatos mientras voy a mi estudio a terminar algo. No tardaré —ella asintió y sonrió un poco sin ser consciente de ello.

Alecksander se dio la vuelta y ella se quedó mirando que iba hacia la puerta que despertó su curiosidad anteriormente. Ahora sabía que era su estudio, pero eso no le quitó la intención de, la próxima vez, entrar a ver qué había ahí.

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