37. Adiós, mi amor
Ella recordó lo que Alistaír le dijo al conocerse, que nadie tendría otra vez un hijo suyo sin él saberlo o consentirlo, y lo que le pasaría a la que siquiera pensara en intentarlo.
Esmeralda talló su cara, sin saber qué hacer. Primero tenía que asegurarse de estar o no embarazada antes de hacer cualquier estupidez, o de seguir sufriendo mentalmente por cosas de las que aún no estaba segura. De modo que con la cabeza gacha y arrastrando los pies, regreso a la cama con él, que inmediatamente la acunó entre sus manos.
Con todas las dudas llenando su mente, el cansancio de tanto pensar la ayudó a dormir entre los brazos de su amante, con la idea de al día siguiente averiguar si esperaba o no un hijo suyo.
Esa noche volvió a ella la pesadilla en la que un bebé le era arrebatado de los brazos sin que ella pudiera hacerse absolutamente nada...
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—Estás muy callada.
Alzó la vista de su plato de comida con la mirada sorprendida, entonces mordió sus labios con inseguridad. Ese d