5.Un baile y una apuesta

Capítulo cinco: Un baile y una apuesta

"Narra Ariana Fallon"

Estoy atrapada, acorralada entre su cuerpo y no tengo escapatoria alguna. La cercanía de su piel me provoca espasmos dolorosos y su inusual temperatura corporal enciende chispas en la boca de mi estómago.

Sus labios se encuentran a solo unos insignificantes centímetros, logrando que pueda palpar su respiración.

¡Oh, Dios Mío! ¿Va a besarme?

Le veo venir. ¡Le veo venir, maldit@ sea! Y no hago nada en absoluto para detenerle.

¿Pero qué leches estás haciendo, Ariana Fallon?

'No, no, no', me reprendo.

'¡Ni se te ocurra besarle!'

Sin embargo, por más que mi parte racional lucha por salir a flote, mi cerebro se empeña en encerrarle y hacer lo que le dé la gana.

Va a besarme. ¡Demonios, voy a dejar que me bese! Entonces, un estruendo en el exterior nos toma desprevenidos a los dos y pegamos un saltito al mismo tiempo.

—El espectáculo ha comenzado —le escucho resoplar mientras intento controlar los acelerados latidos de mi corazón. El órgano quiere salírseme por la boca y no tengo idea de cómo detenerle.

Estoy loca de remate. El italiano me ha lavado el cerebro. ¿Dónde leches tengo la cabeza? ¿Qué habría pasado de haber perpetrado ese beso?

¡¿Pero cómo se me ocurre?! Es un psicópata, un maniático, ¡un secuestrador!

—Estás retrasada, pequeña —avisa mientras me hace señas para que le siga—. Así que date prisa.

—Muy bien, Harry Mascherano —por fin encuentro mi voz—. Voy a bailar.

—Sabía que al final eras una chica razonable —enuncia con notable sarcasmo antes de dar indicaciones a una rubia pechugona para que me arregle.

Odio esto, siento que seré su nuevo juguetito y no me queda más opción que seguirle la corriente. Al menos hasta que encuentre una solución.

—Eso sí —le detengo cuando da media vuelta para marcharse—, no me hago responsable por los infartos masivos.

—¿En verdad te crees tan irresistible?

—Soy consciente de mis cualidades —sonrío con suficiencia al mismo tiempo que me encojo de hombros. No sé por qué tengo la necesidad de provocar y mostrar seguridad incluso en una situación como esta, en la que soy consciente de que me tiene en sus manos.

Él siquiera voltea a verme y simplemente se remite a seguir su camino sin pronunciar palabra alguna.

Dejo escapar un extenso suspiro una vez me quedo a solas con la rubia y me pongo a divagar mientras ella me peina, maquilla y viste. No protesto ante la escotada ropa, ni ante el maquillaje excesivo y ni siquiera cuando me llenan la piel de purpurina. Sencillamente, me mantengo estoica como una estatua y me dejo hacer lo que le plazca. Total, el daño ya está hecho. Quiera o no tendré que salir allá afuera.

Solo espero que esa bestia se ahogue con sus propias bolas porque voy a darle el espectáculo de su vida, pese a que todavía no tengo idea de cómo.

He sido modelo, vendedora, cajera y enfermera. Hub0 un tiempo en el que cualquier empleo me venía bien, puesto que la situación y mi inexperiencia o falta de estudios no me daba muchas opciones. Sin embargo, jamás me imaginé a mí misma haciendo de stripper.

Bailar medio desnuda para un centenar de pervertidos va mucho más allá de mis escarceos liberales o mis besos inocentes.

—¿Has hecho esto antes? —pregunta mi compañera.

—Jamás —respondo contemplando al trío que baila con movimientos sincronizados, aferradas a la barra como las profesionales que son.

—Tú solo sígueme la corriente, ¿vale? —sugiere a lo cual respondo con un automático asentimiento—. Cuando empiecen las apuestas, no te alejes de los tipos con grandes billetes.

'¿Apuestas?'

No me da tiempo a preguntar, pues acto seguido, las luces se apagan y tira de mi brazo para subir al escenario y posicionarme frente a ella, escandalosamente pegada a su cuerpo.

—Has lo que yo hago —susurra, a la vez que los primeros acordes de una sensual canción comienzan a retumbar en mis oídos—. Luego déjate llevar.

Las música se detiene de pronto al mismo tiempo que dos focos de luz muestran nuestras figuras por completo. Los aplausos, vítores y silbidos masculinos no se hacen esperar. Siento el corazón en las sienes y la respiración en los oídos, pero asiento en torno a mi compañera.

El cantante empieza a cantar y con ella, nosotros a movernos. Alzamos las manos tocándonos con la palma de las mismas para luego dar media vuelta y pegar nuestras espaldas. La siento flexionar las piernas con ligereza y no dudo en seguirle hasta quedar a gachas. Nos giramos hacia el público y percibo su siguiente movimiento. He visto esto en las películas, así que abro mis piernas, ahuyentando el pudor, antes de apoyar las rodillas en el suelo.

Cierro los ojos cuando me ataca la vergüenza al flexionar las caderas junto al trasero contra el suelo.

'Por favor, señor, ayúdame. Dame fuerzas para soportar esto'

¡¿En dónde diablos me he metido?!

Pronuncio plegarias en mi mente mientras vuelvo a ponerme en pie, pero los sentidos se me adormecen en el preciso instante en que me topo con los ojos y la sonrisa lasciva de mi secuestrador. Desde mi posición y pese a la oscuridad, puedo distinguir el fuego en su mirada.

—Lo haces bien, muñeca —me adula la rubia—. Ahora es momento de ser espontánea.

Me guiña un ojo antes de ir hacia una de las barras y yo trago saliva para luego moverme hasta la del otro extremo.

Respiro con profundidad, apoyo una mano en el metal y me dejo envolver por la letra de la canción mientras doy un primer giro. No tengo idea de lo que estoy haciendo, solo me remito a explotar mi sensualidad como si la vida se me fuera en ello.

Los segundos se convierten en minutos y los minutos en horas… hasta que la bailarina llega hasta mí y tira de mi brazo con sutilidad. Me dispongo a preguntar si he hecho algo mal, pero entonces me percato de que la canción se ha acabado y yo seguía atrapada en mi propia dimensión.

—¿Alguna vez has besado a una chica? —cuestiona, consiguiendo que abra los ojos como platos en el acto.

—Por supuesto que no… —la frase queda interrumpida con el tacto de sus labios sobre los míos. Es bastante sutil, un simple toque que apenas sentí. Sin embargo, la audiencia estalla en aplausos y exclamaciones con el acto, movidos por el morbo.

Prisionera y sometida por una Bestia, rodeada de cadenas invisibles, lamentando todas mis erróneas acciones del pasado, sufriendo de solo imaginar lo que me espera y atacada por una onda expansiva de calor… Si esto no es el Infierno, se le parece mucho.

—Sabes a los pasteles de Nella —señala con una sonrisa de disculpas. Yo por mi parte, todavía no salgo del trance—. Por cierto, soy Fabiola.

—Ariana —respondo en un hilo de voz.

De un momento a otro, los billetes verdes comienzan a volar por los cielos, a la vez que una voz predominante en el local comienza a soltar cifras.

Las apuestas… Luce más bien como una subasta y algo me dice que nosotras somos el premio gordo.

—¿Por qué pagan? —pregunto con las pupilas dilatadas. No quiero pensar que tendré que… intimar con alguno. Eso sí que no. Mascherano puede matarme, obligarme a limpiar lo que sea o encerrarme viva en un ataúd, pero no pienso ceder.

—Por un baile privado —contesta haciéndome soltar el aire contenido de inmediato—. Tranquila, aquí somos bailarinas y nada más. En caso de desear algo… extra, corre por tu cuenta.

Sin decir una palabra soy conducida hasta una habitación privada y pocos minutos después, un sujeto me sigue.

—He pagado quince de los grandes, así que quiero un buen espectáculo —exige mientras yo me quedo patidifusa.

¡¿Quince mil dólares por un baile?! Una de dos: o tiene más dinero que sentido común, o no goza de sentido común en absoluto. Tal vez ambas.

'Bueno, al menos es guapo'

Una canción en un idioma que no conozco suena por los altavoces y suspirando por enésima vez, pinto monerías al hacerme la que bailo.

En esto he terminado: bailando con un desconocido a la fuerza.

No lo hago tan mal cuando el hombre sonríe complacido y al terminar, me hace una seña con su dedo índice para que vaya a su encuentro y me acerco a paso lento.

—Eres una diosa —me examina de pies a cabeza sin tocarme un pelo—. Nunca he conocido a nadie como tú. Dime, mi diosa, ¿hay algo que desees en el mundo?

Puede que recién haya encontrado mi ticket de salida de este infierno.

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