Punto de Vista de Mia
La brisa otoñal traía el aroma de hojas caídas mientras veía a Gasoline correr por el césped del parque, su pelaje dorado-café atrapando la luz de la mañana. Corría adelante, luego regresaba en círculos, como asegurándose de que lo seguía. Para ser un perro que había vivido en la calle, se había adaptado sorprendentemente rápido y bien a la vida doméstica, aunque su entusiasmo a veces me rebasaba hasta a mí.
—¡Gasoline! —llamé mientras se lanzaba hacia un grupo de perros cerca del sendero—. ¡Pórtate bien!
—Elección de nombre interesante —comentó Nate a mi lado, manejando expertamente las correas de sus tres perros—. La mayoría de la gente va con Max o Buddy.
—Básicamente, él decidió llamarse así. —Sonreí mientras Gasoline se acercaba a los perros de Nate con su típica efusividad—. Los tuyos parecen muy bien portados.
—Te presento a la pandilla —Nate señaló a cada perro por turno—. Einstein aquí es el cerebro —apuntó a un distinguido Weimaraner gris—. Schrödinger —