Caminó al baño y buscó en ese cajón, que pensó que nadie utilizaba. Encontró la dichosa cajita y se la llevó a Henry.
— No me la des, ábrela y mira el contenido – Eva no entendía nada, pero abrió la caja y al mirar adentro se asombró.
Dentro había una de sus bragas.
De hecho, sucedía algo extraño últimamente, se le desaparecían bragas del cesto de ropa y luego volvían a aparecer de repente.
Pensó que eran ideas suyas, pero ahora, parece que había otra explicación más escabrosa.
— Para que veas si te deseo o no, he tenido que convertirme en un enfermo mental que se roba la ropa interior de su propia mujer para masturbarse a escondidas, oliéndola como pervertido – las crudas palabras del hombre hicieron que Eva quisiera abrir un hueco y esconderse.
Pero a la vez, una sensación de felicidad revoloteaba dentro de ella y otra sensación más caliente se iba a acumulando en el punto entre sus piernas, al imaginarse a Henry fantaseando con ella.
— Ven, siéntate sobre mí… no de lado, Eva, de fr