Capítulo 2: El mejor amigo de mi esposo

Cuando abrió los ojos, Robert Graham ya no estaba en aquella habitación, la luz entraba por la ventana y el sol dejaba algunos rayos sobre su rostro, haciéndola cubrir su cara por toda la claridad que la golpeada.

Había sido una noche muy horrible para ella, una primera vez espantosa y…un hombre muy brusco y poco atento con ella o su cuerpo.

Cuando se puso de pie, le dolían las piernas y el vientre, al igual que su vagina. Miró aquella mancha se sangre en las sábanas y corrió hacia el baño, entró a la ducha y entre lágrimas lavó todo su cuerpo, borrando todo rastro de Robert Graham, aunque no por mucho tiempo.

Sus caderas y espalda también le dolían, él no había tenido ni un solo detalle de gentileza, solo la poseyó, robando su virginidad con aquella brusquedad, con toda esa fuerza y bestialidad que utilizó para desvirgarla.

Consumando así el matrimonio, haciendo uso de su noche de bodas.

Cuando salió de la ducha, miró su cuerpo en el espejo, había un pequeño moretón en su costado derecho y varias pequeñas marcas en su cuello. Entonces ella recordó la manera en la que él besaba y mordía su cuello, como si fuera una bestia, sus manos eran bruscas, al igual que su miembro, haciendo llorar en todo momento a Alice.

Vestida, bajó a desayunar, dándose cuenta que allí estaba su esposo, junto a Jared Sinclair, su mejor amigo.

El hombre al que ella amaba.

Alice quiso detenerse y retroceder, huir de allí para no ver al amor de su vida junto con su esposo, pero fue tarde, los ojos verdes de Jared la enfocaron y al reconocerla se puso de pie, yendo hasta ella para saludarla.

—Jared.—dijo de forma muy tímida. Alice bajó la mirada, algo avergonzada, pues tuvo que recurrir a pensar en Jared mientras su esposo se pronunciaba dueño de su cuerpo. Ahora verlo la hacía sonrojarse. Ella había pensado en él y ahora que lo veía, lograba sonrojarse, demasiado, sus mejillas estaban muy calientes.—Buenos días.

—Buenos días, Alice.—dejó un pequeño beso en su mejilla, notando de inmediato las marcas en su cuello. Al sentir su mirada allí, Alice cubrió su cuello con su mano y sus ojos se aguaron, a punto de comenzar a llorar porque él veía aquellas marchas en su cuerpo, rastros de la noche de bodas que había tenido con su esposo.—Felicidades por tu boda.—dijo en tono bajo, se alejó unos pasos de ella y le habló, guardando la distancia.

—No te vi en ella. Pensé que asistirías.—comentó, ella no lo había invitado, pero sabía que Robert sí, después de todo era su mejor amigo.

Había sentido alivio de que él no asistiera, pero ahora solo estaba mortificada por verlo de manera tan repentina, justo aquella mañana, cuando estaba claro lo que acababa de hacer la noche anterior con su reciente esposo.

—No estaba en el país,—respondió Jared.—no pude cambiar la fecha para asistir a su boda, pero me alegro por los dos, ¿cómo estás? ¿Vienes a desayunar también?

—Sí, pero no te preocupes, tomaré otra mesa. Seguro que tienen cosas que platicar, por eso estás aquí. Los dejo que hablen.

—¡Claro que no! Ven.—tomó su mano y la guió hacia la mesa. Ante aquel toque de Jared, Alice sintió un fuerte cosquilleo en su mano, también en su estómago.—Siéntate con nosotros. Solo vine a disculparme por no asistir a vuestra boda. Pero me dice Robert que todo salió de maravillas, lo que me alegra mucho, por los dos.—le abrió la silla y ella tomó asiento, frente a Robert y junto a Jared.

—Sí, es una pena que no pudieras estar. Recién me doy cuenta que ya conocías a mi esposa.—comentó Robert en tono frío, mirándolos a ambos.

No pensó que la tierna Alice conociera a su mejor amigo.

—¿Quién no conoce a la hermosa Alice Taylor?—Respondió Jared.—Fuimos a la misma universidad, ella era muy popular, como todas sus hermanas, que también asistieron allí.

—Ah, ya veo. La popular Alice Taylor.—fingió simpatía frente a su amigo, pero todo lo que Robert se preguntaba era quién era el hombre a quien su esposa amaba, aquello ya no podía salir de su cabeza..—¿Eran muy unidos en la universidad?

—Yo era como su hermano mayor, la cuidaba. Pero luego terminé primero que ella, me gradué y la verdad es que llevamos tiempo que no estamos en contacto. He tenido mucho trabajo, lo sabes, Robert.

—Nunca me hablaste de ella.—dijo Robert. Eso le pareció algo extraño.

—Y tú nunca me dijiste que pretendías casarte con ella.—repuso Jared. Pues eso lo tomó por sorpresa, nunca imagino que Alice fuera a casarse tan joven, o que estuviera prometida a Robert, tampoco sabía que ellos dos se conocían o que tenían algo en común.

—Fue muy repentino.—admitió. Pero más que algo repentino, fue una obligación, cosa que ninguno de los dos quería admitir.—Pero aquí estoy, atada a una Taylor. ¿No es maravilloso?—preguntó con una mueca en su cara, enfocando los ojos de su esposa.

—Es el sueño de todo hombre.

—No el mío.—tomó un sorbo de su café y luego miró a su esposa. Las marcas en su cuello, la manera en la que ella se sentaba, la forma de su cara o lo elegante que era, sus pechos marcándose debajo de esa tela o sus gruesos labios.—Pero aquí estoy, casado con ella. ¿Qué te parece, Jared?

—Eres un hombre muy afortunado.

—¿Tu crees? Creo que hay un hombre más afortunado que yo, ¿no, Alice?—se refería a la persona de la que Alice Taylor estaba enamorada.—Bueno, creo que ya tenemos que retirarnos, Alice.—se puso de pie y extendió la mano hacia su esposa.

—Pero ella aún no come nada.—Intervino Jared.—Ve primero, yo me encargaré de dejarla en la puerta de tu habitación, no te preocupes. Cuidaré bien de ella.

—Está bien, pero que no tarde. Tenemos una agenda muy apretada el día de hoy. ¡Es nuestra luna de miel! Disfrutaré tanto de mi esposa como me sea posible. —dejó una mano en el rostro de ella y su pulgar bajó hasta los labios de Alice, recorriéndolos.

Cuando se quedaron solos y Robert se fue, Alice se sintió más relajada, menos tensa, pero igual de avergonzada.

—Sigo asombrado, Alice.—admitió, fue una verdadera sorpresa todo eso.—Te casaste de la nada, justo con mi mejor amigo. Lo extraño es que ninguno de los dos me dijo nada. ¿Era un secreto? Nunca me dijo nada.

—Fue…repentino.—frotó sus manos muy nerviosa ahora que se habían quedado a solas, sin la presencia de Robert.

—No sabía que estuvieras enamorada de Robert. Ni siquiera sabía que se conocían.—había algo que no cuadraba para él y le estaba dando vueltas al asunto desde que Robert Graham le dijo que iba a contraer matrimonio con Alice Taylor.—Cuando recibí la invitación de la boda, no pude evitar estar sorprendido al saber que serías tú la que te casabas con Robert. Fue…algo confuso.

Cuando Jared conoció a Alice, ella era la menor de sus hermanas y aún así, debido a su gran inteligencia, ya estaba en la universidad. Siempre cuidó de ella, pero no como un hermano mayor como dijo antes, al contrario, cuidó de ella con muchos sentimientos, pero Alice era muy joven y él le llevaba ocho años de edad, mientras que Robert le llevaba diez.

Ahora era una adulta, una mujer y estaba casada con otro hombre, con su mejor amigo, haciendo que Alice Taylor no solo fuera una mujer imposible para él, sino que también la convertía en una mujer prohibida

No solo se sintió sorprendido por su boda, de alguna forma se sintió herido, sobre todo porque se trataba de su mejor amigo, quien se iba a casar con la mujer a la que él quería y que ahora ellos dos eran esposos, quitando cualquier posibilidad a Jared Sinclair, considerando a Alice perdida para siempre.

Alice sentía mucho dolor por estar a su lado y estar casada con otro hombre, pero Jared no tenía idea de lo que Alice sentía por él y creía que esta estaba enamorada de Robert.

—Lo siento, creo que mejor me marcho, seguro que Robert me espera.—se puso de pie y él la acompañó al ascensor, ya no soportaba aquella tensión y aquel dolor en su pecho al estar junto a su amado.

—Espero que seas feliz.—le deseó justo cuando el ascensor se cerrada. Desde el fondo de su corazón Jared estaba herido, dolido porque ahora ella era prohibida.

Con sus ojos llenos de lágrimas, ella lloró, tranquilizándose antes de llegar a la habitación.

—Tenemos que tomar un vuelo en una hora.—dijo Robert nada más verla entrar.—Aprovecharé al máximo nuestra luna de miel. De alguna manera haré que te olvides de ese otro hombre al que dices amar. Y créeme, descubriré quién es y cuando lo sepa, me exhibiré contigo y le haré saber que eres mía y jamás, jamás dejarás de serlo, Alice Taylor. Mi propiedad no puede amar a alguien más. Ya lo verás.

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