Capítulo XXII. El celo

—¿Por qué nos estabas vigilando? —interroga al encontrarlo sentando en una piedra meditando.

—Los demonios siempre se creen el centro del universo, —Nicolás bufa y se cruza de brazos.

—Y ustedes los seres perfectos, —expresa con sarcasmo.

—Somos los seres perfectos, —murmura abriendo sus ojos, ya que desde que inicio la conversación lo ha mantenido cerrado—¿Por qué pones en peligro la vida de Eva? —cuestiona.

—Me ayudaba a cazar un vampiro… y su vida no estaba en peligro ¿Por qué te interesa tanto? Tengo entendido que los ángeles practican el celibato y supongo ya sabes que ella tiene dos alfas unidos a su alma, —el ángel permanece callado.

—No es de mi interés lo que hagan, pero es mejor que no la pongas en peligro, —manifiesta.

—¿Entonces es cierto?

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