El sonido de la puerta siendo abierta sin haber sido forzada, me puso los vellos de punta. Me metí en el hueco del escritorio y me quedé quieta, en silencio, cual personaje de "Jurassic Park", antes de ser tragada por un dinosaurio.

De inmediato, la puerta se cerró de golpe, pese a la insistencia de las demás personas afuera, que también querían entrar. No obstante, la persona que había entrado, y que no era otra que el sujeto que acompañaba al tío de mi novio, se negó a dejarlos entrar.

—Sé que estás ahí. Seamos maduros y hablemos aquí, ¿Quieres?

—No —Respondí a secas.

—Bueno, en ese caso no seamos personas maduras y hablemos ahí —resolvió con voz despreocupada, halando de la silla de madera hacia atrás, para después agacharse a mi lado, debajo del escritorio.

—Sí que es incómodo —formó una mueca —. Podemos empezar por decirnos nuestros nombres…

—¿Eres psicólogo? —Elevé mis cejas, viéndolo con arrogancia. El tipo de ojos de color azul cielo, negó. Su entrecejo seguía estando fruncido