[Continuación]

Amaba a mi padre, pero tenía que aceptar que pocas veces concordamos en algo. La mayor parte del tiempo somos un cansino debate de opiniones marcadas o a veces poco importantes.

—Algún día te regresaré el dinero, o renueva los votos con mamá. No tiene que ser un desperdicio…

—El menú ya se planeó con tus gustos y los de Lucas.

—Pero…

—Y no hay más que decir, jovencita.

—¡Aash!

Me levanté de prisa, tomé mi mochila, donde llevaba mi uniforme rojo de la heladería, que reposaba sobre la silla movible de la par, y caminé hacia la entrada del despacho. Más la voz del tío Maxwell me detuvo.

—Si ves a Lucas… dile que estoy orgulloso.

Me sorprendió tanto que tuve que dar media vuelta para ver su rostro. Sin embargo, había bajado la mirada en dirección al escritorio.

Era un padre que se equivocaba, después de todo. Al igual que el mío… y como quizá en poco tiempo, sería yo.

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