Cuando Luciana abrió sus ojos, vio la enorme sonrisa de Santiago que tenía su mirada en ella.
—Muy buenos días esposa mía — le dijo con todo el amor del mundo y la felicidad a punto de estallarle en el pecho.
—Buenos días mi amor — respondió aún adormilada, pero con una gran sonrisa.
—Estoy tan feliz de que seas mi esposa, gracias por haber llegado a mi vida. — Luciana lo abrazó y lo pegó a ella.
—Te amo — Santiago estaba encantado con su esposa, por lo que no dudó un segundo en besar y así profesar todo el amor del mundo.
—Desearía volver hacerte el amor, pero debemos irnos — fue en ese instante que Luviana notó que su marido estaba bañado y mudado.
—¿A dónde vamos?
—Primero a Canadá y luego a Londres, iremos a ver nuestros nuevos hogares, Camille y Emily ya están listas, vine a despertarte para que te fueras a bañar y así desayunar todos juntos.
—Pero, no he hecho maletas. — Santiago sonrió con autosuficiencia.
—Todo lo tengo listo cariño, incluso te dejé la ropa que puedes