Lía se sentía complacida al verlos con esos rostros como si le hubiesen drenado la sangre, el primero en levantarse fue don Tulio el bisabuelo de Marcos, ninguno podía soportar ver a la mujer y a una niña exactamente igual a la pequeña Lía que aún se mantenía sentada en la mesa con una sonrisa, disfrutando el espectáculo.
—¡Esto no puede ser! ¿Quién eres tú? No puedes ser ella, porque Lía tiene más de cuatro años muerta —mencionó el hombre tratando de levantarse de su asiento, mas su impresión era tanta, que volvió a caer en el asiento, mientras llevaba su mano al pecho, como si estuviera a punto de infartarse.
—¡Debe ser una impostora! —exclamó Oswaldo.
—Esto debe ser un sueño —habló doña Emilia.
Todos estaban consternados, la veían como si se