—¿Qué te parece?—, pregunta Ryan. Su sonrisa burlona me dice que sabe lo sexy que se ve con su traje a medida.
Me río entre dientes. —Con eso basta—. Pero mi sonrisa es forzada, y no puedo contener el gorgoteo de mi estómago, sobre todo por las orejas de hombre lobo. —El almuerzo no me sentó bien—.
No comiste mucho almorzando. Ni desayunaste nada.
—Sí. No desayuno. Y almuerzo... —Me acerco a él, repasando mentalmente aquella escena de nuestro picnic bajo la lluvia. Su corbata de seda se siente suave al ajustarla—. Estaba un poco distraída.
Pero ni siquiera el recuerdo de nuestra asombrosa química física puede evitar que mis manos tiemblen.
Ryan me envuelve los dedos. —Todo va a estar bien. De verdad que vas a disfrutar de mi mordida—.
—Esa ya no es la parte que me preocupa—.
—Siento