Maylene sonríe.
—Claro que sí, gruñón. Anota mi número, y cualquier cosa te llamaré.
—No confío en Declan Morgan, Maylene —Reece la detiene cuando ya deja su número de teléfono en la guantera. Los ojos de Reece ya están sombríos—, y tú tampoco deberías.
Maylene se baja del auto.
—¿Y quién dijo que y