Capítulo 8. Haré todo lo que me pidas.

Simón Ferrer, cuando percibió el aroma a licor en la boca de Natalia, se acercó a ella y le clavó las uñas con fuerza en el brazo, enterrándoselas en la carne, causándole daño sin ninguna compasión.

—Eres una desconsiderada, inconsciente ¿Te pusiste a tomar sabiendo que debías venir aquí? ¿Acaso pretendes arruinar a la familia? —inquirió apretando los dientes con rabia, y en un tono suave de voz, para cuáquera que no fuera ellos pensarían, que se trataba de un acto de complicidad entre padre e hija.

Ella se quedó viéndolo, con los ojos entrecerrados y una expresión de burla.

—¿No te da miedo que tu socio se dé cuenta de que no somos la familia perfecta? —mencionó sonriendo con sorna.

—Prima, por favor… no hagas enojar a mi tío, lo haces perder los estribos y luego te hace daño sin querer —señaló Cándida quitando la mano de Simón del cuerpo de Natalia, mientras esta la miraba con desdén.

—¿Qué hace ella aquí? ¿Por qué la trajiste? ¿Acaso pensabas usarla y casarla con Kostantin Petrakis
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