Observé detenidamente a los tres. No había llegado a ser una de las jóvenes empresarias más talentosas de los últimos años por nada; había aprendido de la humilde vida de mis padres y de mi propio ingenio. La verdad era que habían venido a visitarme porque no habían podido hacerse del dinero. Al parecer, Ilán se había negado a darme su fortuna y algo le habían hecho. Ahora debía usar mi astucia para hacer que esos tres, más interesados en el dinero que en la vida de Ilán, retiraran la denuncia en mi contra y me sacaran de prisión. Amaya no respondió a mis preguntas y no la perseguí; ya había entendido todo, pero me hice la que no.
—¿Y cómo se supone que yo los ayude desde aquí adentro? —pregunté, anticipando la respuesta.Inmediatamente, Dafne extrajo unos documentos de su bolso que debía firmar