Pilar no dijo nada, jamás admitiría la punzada de celos que sintió al ver a su exesposo y a la niñera de su hija conversar.
—Vaya... Hace rato era un imbécil por sentir celos hacia ti, ya que soy un puerco y no tengo moral. Ahora sientes celos... Decídete, Pilar, porque ya es demasiada locura la qu